Año 1177. Son años agitados en la Península. Las Españas cristianas se enfrentan al poderoso imperio almohade (y también, ocasionalmente, entre ellas). Con el fin de siglo se acercan las dos batallas que decantarán definitivamente la balanza hacia uno u otro lado, pero de eso ya hablaremos en otro momento.
El escenario principal este año es Cuenca. El rey Alfonso XII de Castilla la tiene sitiada. Las tropas castellanas no están solas, les acompañan leoneses y aragoneses, y por supuesto, las órdenes militares de Santiago y Calatrava.
Pero es posible que todas estas tropas no sean suficientes. Las murallas de Cuenca están bien defendidas. El alcaide moro, Abu Beca, ha pedido refuerzos al califa Abu Yakub. Si logran aguantar el tiempo suficiente para que lleguen estos refuerzos, los ejércitos cristianos pueden recibir un duro golpe.
Y aquí es donde entra la leyenda de Cuenca.

La importancia de Cuenca
Pero antes de entrar en pormenores, hay que entender por qué era tan importante la ciudad de Cuenca: era una bisagra estratégica que abría los frentes de Aragon y Castilla. Desde Cuenca, los almohades habían enviado razias de saqueo a Huete y Uclés. Mientras estuviese en manos moras, castellanos y aragoneses tenían un problema grave.
El gran interesado era el rey Alfonso XII, claro. Al llevar la iniciativa, en caso de conquista pasaría a formar parte de sus dominios. Pero lo más importante: el flanco al este de Toledo estaría cubierto.
A todo esto, hay que recordar que los almohades la han liado parda durante las últimas décadas. Han fagocitado los dominios del Rey Lobo, ibn Mardanis, señor de Murcia, que controlaba buena parte de lo que era Al-Ándalus. Su muerte, hace sólo 4 años, marca la reunificación del viejo califato bajo control almohade.
Y con el Levante sometido, los almohades fijan sus ojos en los cristianos. De hecho, en este mismo año precisamente los cristianos tienen sitiada Cuenca, pero el cerco de cinco meses se ve frustrado por los ejércitos del califa. Después arrebatan Alcántara a los leoneses, asedian Ciudad Rodrigo y atacan Talavera. Guerra total.
Cuenca es, por tanto, una plaza fundamental. Así que en 1776 los cristianos vuelven a sitiarla, un largo asedio que durará 9 meses.
La ofensiva de Abu Beka
Julio de 1177, y con un calor de narices. Los refuerzos almohades no llegan, el califa anda distraído con problemas en África. Así que el alcaide de la ciudad busca una solución tras tantos meses de asedio.
Hay que atacar donde duele. Descabezar a la serpiente que le tiene atrapado. O sea, cargarse al rey.
Así que reúne a sus hombres. Será una cabalgada a por todas, jugársela a una carta. El objetivo es la tienda del rey Alfonso. El resultado más probable es la muerte, pero si se consigue, el golpe habrá sido brutal. Probablemente no sólo se salve Cuenca, sino también se dé un vuelco a la ofensiva cristiana. Eliminar a un rey no es cualquier cosa. Abu Beka debía jugar al ajedrez.
La cabalgada es furiosa, rápida y sangrienta. Los cristianos están preparados, claro, no iban a dejar desguarnecido a su rey. La ofensiva mora es audaz y muy efectiva, pero los defensores forman filas y aguantan, no sin sacrificio. Un notable como Nuño Pérez de Lara, que había sido regente de la corona, se deja la vida defendiendo a su rey. Y no será el único.
Pero Alfonso está a salvo. El intento ha sido frustrado, y a los moros sólo les queda esperar lo inevitable. El calor y el hambre harán el resto, más pronto que tarde los cristianos asaltarán las murallas, cuando queden pocos hombres para defenderlas o estén demasiado débiles. Es sólo cuestión de tiempo.
¿Cuánto tiempo? El caso es que para los sitiadores la cosa tampoco es fácil. No resulta sencillo mantener a un ejército tan grande, cada día cuenta. Hay deserciones, enfermedades, y lo peor de todo, la incertidumbre de que puedan estar llegando refuerzos almohades. El calor es el mismo para los de dentro que para los de fuera. Hay que actuar lo antes posible.
La leyenda de Martín Alhaja
Martín Alhaja es un pastor mozárabe (ya sabéis, cristiano que vivía bajo control musulmán) que cuida las ovejas junto a otros colegas, éstos moros.
El caso es que resulta pillado por los soldados cristianos. Martín pone los brazos en cruz y les dice que es tan cristiano como ellos. Es más, les cuenta que se le ha aparecido la Virgen.
Me encantaría ver la cara de los soldados al contarles esto. Claro que hay que mirarlo con las gafas del siglo XII, en el que este tipo de milagros está a la orden del día.
Martín les dice que la Virgen le ha dicho que estaba cerca la hora de la liberación de Cuenca, y que él, un pobre pastor, sería crucial para ello.
¿Y cómo iba a serlo? Pues guiando a los soldados al interior de las murallas.
O sea, por el sitio por el que sale cada día con sus ovejas. Se trata de la puerta del Aljaraz (actual puerta de San Juan) controlada por un guardián ciego.
Un guardián ciego. Ahí lo llevas.

Este guardián controla las ovejas que salen y las que entran palpándolas. Así que a Martín se le ocurre un altramuzplán: algunos soldados pueden enfundarse en pieles de oveja, simular algún balido, y agacharse convenientemente para que el guardián no le reconozca. Sin olvidar que el armamento debe estar correctamente silenciado, no vaya a hacer algún ruido.
Que no sean muchos, para que la mayoría sean ovejas. Me estoy imaginando la escena: el rey Alfonso (o cualquier noble al mando) pidiendo voluntarios para la aventura. Un puñado, no más. Oye, que lo ha dicho la Virgen. ¿Qué puede salir mal?
Así que allá va Martín con su rebaño y unos pocos valientes jugadores de rol.
Pues bien, la táctica funciona. El guardián ciego (todavía no puedo salir de mi asombro) los confunde con ovejas, y éstos se infiltran tras la muralla en el silencio de la noche, roto sólo por algunos balidos, casi todos de ovejas reales.
Me río yo del caballo de Troya. El guionista de Willow debía conocer esto, por cierto, recordad el final de la película…
Lo demás es «fácil»: reducen a la guarnición que monta guardia en la puerta principal, sorprendidos porque no se esperan un ataque desde dentro, con nocturnidad y alevosía y algo de olor borreguil. Y con las puertas abiertas, los cristianos que esperan al otro lado del río entran en la ciudad.
El amanecer terminará con los combates y con la rendición de la ciudad.

Consecuencias de la toma de Cuenca
La amenaza almohade queda frenada, al menos de momento. De hecho el califa tendrá que reclutar más tropas y volver a la península a dar el golpe definitivo, que culminará en la batalla de Alarcos.
Los años próximos a la toma de Cuenca son de consolidación por parte de los reinos cristianos, que también se preparan para lo que será el desenlace, cada uno con sus propios objetivos, mirando al sur.
Pero como decía antes, de esto ya hablaremos.
Respecto a la leyenda de Cuenca y el pastor Martín Alhaja, digo lo de siempre cuando hablo de leyendas: algo de cierto habrá. En la actualidad, hay una ruta que lleva a la Fuente de Martín Alhaja, un bonito paseo paralelo al Júcar.
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