Estamos en el año 29 a.C. Toda Hispania está ocupada por los Romanos… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles astur-cántabros resiste, todavía y siempre al invasor.
Cuando yo era pequeño, recuerdo estar visitando el castro de Noega, en Gijón. Visita, por cierto, muy recomendable. Y mi padre me contó que fue allí donde cayó la última resistencia de los astures contra los romanos.
Es probable que no me lo dijese exactamente así. Yo era pequeño, tengo el recuerdo distorsionado por el tiempo. Pero sin duda el dato se me quedó grabado, reforzado por la lectura de los siempre recomendables cómics de Astérix, cuya frase de presentación habréis reconocido, convenientemente modificada.
El caso es que los irreductibles galos se han hecho famosos gracias al cómic en cuestión, pero la resistencia a la romanización que hubo en el norte de la Península no tuvo nada que envidiar. Veamos a grandes rasgos qué es lo que pasó.

Las Guerras Cántabras
La cosa venía de lejos. Los cántabros ya habían combatido del lado de los cartagineses durante las Guerras Púnicas, bajo el mando del terrible Aníbal (del que ya hemos hablado en este blog, por ejemplo aquí y aquí). Y también en el siglo II a.C. ayudando a los vacceos, y en otros conflictos, como en las galias. Lo que estaba claro era que los cántabros suponían un desafío para el Imperio Romano, y ya sabemos lo que hacía el Imperio cuando era desafiado.
Las ricas minas de oro, plata, hierro… de las montañas astur-cántabras seguro que no tuvieron nada que ver.
Total, que los romanos pusieron toda la carne en el asador. En el año 29 a.C. empezaron con la campaña, y tres años después el mismísimo emperador Augusto se puso al frente de la campaña, y con él se llevó a seis legiones (siete según otras fuentes).
Seis legiones. Poca broma.
De hecho, la ciudad de León tiene su origen en el campamento de una de esas legiones, la Legio VI Victrix. Y de ahí viene, precisamente, su nombre, aunque más bien se refiere a la Legio VII Gemina, que fue la que ocupó el campamento tras la Victrix y fundó la ciudad.
El objetivo de Augusto, por tanto, era acabar con la independencia de cántabros y astures, únicos pueblos que aún no estaban sometidos a Imperio. Pero creo que es un error hablar de estos pueblos como un ente unido: en la época se trataba de distintas tribus con origen celta. Es importante para entender la estrategia llevada a cabo por ambos bandos.
Estrategia
Los astur-cántabros plantearon el conflicto como una guerra de guerrillas: eran menos y peor armados, y jugaban en casa, en sus montañas. Así que la única opción posible eran ataques furtivos con el objetivo de ir desgastando a su enemigo.
Así, eran famosos por su armamento ligero (espadas cortas, escudos de madera y dardos o jabalinas) y por sus tácticas de caballería, como el círculo cántabro, que se explica solo.
Los romanos, en cambio, utilizaron la estrategia que tan bien les había funcionado contra los galos en Alesia o contra los numantinos, y les seguiría funcionando en conflictos futuros: rodear a las poblaciones enemigas para forzarles a rendirse o preparar un asalto con garantías.
Empezando por los pueblos más al sur y aislando al grueso de sus enemigos.
Augusto empezó a sumar victorias: en el oeste toma Astúrica (posteriormente el campamento militar romano llamado Astúrica Augusta será el origen de la actual Astorga), no sin ayuda de los astures de Brigantium (llamarles traidores sería ventajista y muy sesgado, con los ojos de hoy), a los que les cederá Astúrica más adelante, y conquista también la ciudad astur de Bergidum. Y por el este avanzan por tres frentes, derrotando a los cántabros en Peña Amaya y Monte Bernorio, y teniendo lugar una gran batalla en el Monte Cildá.
Y en el 25, un gran ejército astur es derrotado en Lancia, mientras por el este los romanos hacen lo propio con los cántabros en Monte Vindio (se ven obligados a refugiarse en la montaña, donde gran parte muere de hambre y frío), y sobre todo en Aracillum, donde el castro es asediado por cinco legiones, ofreciendo una heroica pero inútil resistencia.
En el Monte Medulio se da la última derrota: se dice, se comenta, que éstos se suicidan tomando hoja del tejo, prefiriendo la muerte antes que la esclavitud.

La leyenda de Corocotta
Corocotta fue, supuestamente, el caudillo cántabro. Si es que se puede decir que hubo un caudillo, que supongo que sí. Insisto en la idea de que hablamos de varias tribus celtas unidas contra un enemigo común. Así que caudillos igual hubo varios.
El caso es que Corocotta, como cualquier personaje con 2000 años de antigüedad, fue alguien de quien hay muy pocas referencias. Como también me decía mi padre, la historia la escriben los vencedores, así que hay mucha documentación de Augusto, pero poca de Corocotta, de hecho sólo una cita de Dion Casio, que reza así:
Irritóse tanto [Augusto] al principio contra un tal Corocotta, ladrón hispano muy poderoso, que hizo pregonar una recompensa de doscientos mil sestercios a quien lo apresase; pero más tarde, como se le presentase espontáneamente, no solo no le hizo ningún daño, sino que encima le regaló aquella suma.
Lo de «ladrón hispano» es interpretable, claro. De nuevo insisto en que los cántabros no eran un ejército organizado, sino un grupo de guerreros de varias tribus, y que se dedicaron a la guerra de guerrillas.
Lo interesante es lo que cuenta, al parecer Augusto puso precio a su cabeza: 200.000 sestercios. Que no debía ser poca cosa. Pues bien, lo que dice la leyenda es que el propio Corocotta se presentó en el campamento de Augusto para cobrar la recompensa. Con un par. Y que Augusto, ante semejante muestra de valor, le pagó y le dejó ir. Esto último no hay quien se lo crea, pero como digo siempre, algo de verdad hay en todas las leyendas.
Y a todo esto, ¿quién fue el caudillo de los astures? No se sabe, puede que el mismo Corocotta, o puede que nadie. Se habla de un tal Gausón a raíz de una inscripción hallada en un castillo cerca de Oviedo, pero de dudosa veracidad.
Augusto se vuelve a Roma
Tras los dos años de campaña Augusto regresa, al parecer debido a alguna enfermedad.
Pero la guerra contra los astur-cántabros aún no ha terminado, aunque más por cabezonería de éstos que otra cosa, porque han ido de derrota en derrota. O tal vez porque los romanos vencedores no fueron precisamente clementes con los vencidos, ya que hay registradas varias crueldades de éstos a aquéllos.
Sea como fuere, en el 22 a.C. parecen volver a organizarse contra los romanos. Hay cántabros que han sido esclavizados y llevados a la Galia que se rebelan y matan a sus señores, volviendo a su tierra. Y empiezan a infringir derrotas a las legiones. Al parecer, se valen de un ardid: una entrega de trigo y provisiones resulta ser una trampa.
La Legio I pierde su nombre de Augusta precisamente por una de estas derrotas, de hecho su águila (estandarte) es capturada para su vergüenza.
Pero son los últimos coletazos de una ballena muerta. Lo único que producen es una represión mucho más dura: los romanos ejecutan a los cántabros capturados en edad de luchar, en lugar de esclavizarlos; y en cuanto a los niños, son asesinados por sus propias madres, que les prefieren muertos antes que esclavos. Y se suceden las crucifixiones.
Victoria romana, sí, pero a un altísimo precio, y sin ninguna gloria.
Lo de la gloria lo digo en serio. Augusto niega su triunfo (el desfile homenaje que se organizaba en Roma cuando un conquistador volvía de una campaña exitosa) al Senado, y lo mismo hace Agrippa años después cuando vuelve. Vamos, que nadie estaba muy contento con el resultado.

Consecuencias tras las Guerras Cántabras
Toda Hispania está ocupada por los romanos. ¿Toda? Sí, toda.
¿Fue el castro de Noega la última resistencia astur contra los romanos? Es posible. A juzgar por el mapa anterior, sí pudo ser de los últimos territorios conquistados. ¿Qué importa? El resultado final es que Noega fue romanizada, empezando ahí una lenta decadencia que terminaría en su abandono y posterior creación de un nuevo asentamiento al abrigo del cerro de Santa Catalina, que daría lugar a la actual ciudad de Gijón.
Las Guerras Cántabras fueron un conflicto terrible. Que la victoria final fuese romana pero no se celebrasen triunfos dice mucho del sacrificio de ambos bandos. Deseando estoy que haya una novela que le haga justicia (a ver si el maestro Posteguillo se anima a centrarse en Augusto con algunas de sus novelas).
Hispania, o mejor dicho sus provincias (que Augusto dividió en Lusitana, Bética y Tarraconense), serán territorio romano durante siglos hasta que lleguen los bárbaros.
Peso eso es otra historia…
Recomiendo el estudio recién publicado Castrametación romana en la Meseta Norte Hispana: nuevas evidencias de recintos militares, del que hablaban hace poco en EL PAÍS, y que se centra en la estrategia utilizada por Augusto. Muy interesante.
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