Os reíais de un hombre que es capaz de luchar aún después de muerto. Si cada uno de vosotros tuviera en su pecho la mitad de espíritu que ese cónsul muerto, hace tiempo que acamparíamos en medio del foro de Roma. […] Al menos mostradle ahora el respeto que no habéis sabido mostrar cuando luchaba él solo y herido contra diez de vosotros.
No sé si a ti te pasa, pero yo cada vez cuido más el espacio que tengo en casa. No me caben más libros. Realmente no me cabe más de nada. Es lo que tiene vivir en una casa pequeña y con un niño pequeño, que cada vez hay más cosas suyas y menos de los demás.
Esto, trasladado al mundo de la literatura, significa que cada vez compro más en digital y menos en papel. Y mira que me gusta el tacto de los libros, no hay nada como una buena edición. Pero la realidad es la que es, la necesidad obliga. Que también los libros digitales tienen sus ventajas, por ejemplo que te los puedes llevar a todas partes en el móvil (sólo por citar una).
No obstante, hay excepciones. Libros que quiero tener en formato físico. Incluso aunque sean unos tochos. Porque me parece que hay que tenerlos. Porque mola tenerlos.
Esto es lo que me ha pasado con la trilogía de la que voy a hablar hoy. Que sí, ya sé que todo el mundo la conoce, o todo el mundo conoce a Posteguillo. También todo el mundo conoce a Tolkien y no por ello dejo de hablar de él en cuanto tengo la ocasión.

Santiago Posteguillo
Yo de mayor quiero escribir como Santiago Posteguillo.
El maestro Posteguillo es eso, un maestro, un tipo de ésos que sabe de todo, al menos dentro de un campo concreto (en este caso la antigua Roma). Y eso se nota en sus novelas. Además es maestro de profesión, que para eso ejerce como tal en la Universidad.
En fin, no soy yo quién para hablar de la vida y obras de Posteguillo, para eso está la biografía de su web oficial, o cualquiera que le conozca en persona. Yo no tengo el placer.
Pero sí me gusta presentar a los autores antes de hablar de sus libros. Y más en el caso de Posteguillo, que yo creo que se ha convertido por méritos propios en el referente de la novela histórica en nuestro país.
Por cierto, no suelo hablar del Premio Planeta porque siempre he pensado que es el típico que se da a dedo. Cosa que me parece muy bien, vaya por delante, porque cada editorial da sus premios como le dé la gana, faltaría más. No creo que en este caso haya sido una excepción, pero desde luego sí creo que está justificadísimo (se lo dieron por su novela Yo, Julia), y que le ha devuelto todo el prestigio a este premio. Cuestión de tiempo que reciba algún otro premio aún más importante.
Hecha la presentación, toca hablar de…
La trilogía de Escipión
Lo confieso: yo no sabía quién era Escipión. Me sonaba, sí, como a cualquiera. Uno de esos nombres clásicos, de la antigüedad (periodo tan abstracto, suena como un cajón desastre, algo así como «todo lo que pasó antes de tal fecha»).
Es lamentable pero es así, nuestro sistema educativo pasa demasiado por encima de los grandes nombres de nuestra historia. Y si no hay una película, serie de televisión, o novela que nos cuente algo del tema, nunca sabremos nada ellos.
Por suerte, para conocer a Escipión acudió a mi rescate el maestro Posteguillo con su trilogía Africanus.
Uno de mis grandes aciertos comprando libros fue el de NO comprar el primer volumen de esta trilogía. Una más de romanos. Hay tantas novelas de romanos… Y tantas que aún no he leído… ¿Por qué habría de leer ésta?
Entonces se publicó un estuche con las tres novelas en tapa dura, y di con ella en cierta tienda a muy buen precio. No recuerdo el momento en que compré muchos de los libros que tengo, de hecho no recuerdo el de casi ninguno. Pero por algún motivo, este momento sí lo recuerdo. Me dejé llevar por el aspecto, por las ganas que se me habían quedado tras no comprar el primer volumen, por los comentarios que había leído y, sobre todo, porque sabía que quería tener ese estuche.
Vale cada euro que costó.
La trilogía de Escipión es lo que debe ser toda novela histórica: precisa, veraz, emocionante. Con las licencias necesarias y justificables para el buen ritmo de la novela. Y sobre todo, con unos interesantes anexos en los que Posteguillo nos cuenta datos varios importantes para comprender la foto histórica, y que yo he intentado imitar en mi novela.
Pero mejor veamos los tres volúmenes por separado.
Volumen 1 – El hijo del cónsul
Curiosamente, creo que Publio Cornelio Escipión no es el protagonista de esta novela. En este sentido, el título está muy bien escogido, porque aunque todo terminará girando alrededor del hijo, es el cónsul el que toma la iniciativa.
La historia empieza con su padre (del mismo nombre), con su tío Cneo, y también con la dinastía de los Barca (Aníbal, Maharbal…). Así como el «villano» de estas novelas, Quinto Fabio Máximo, enemigo político de los escipiones.
Yo diría que Aníbal es más protagonista de esta novela que el resto de personajes. Aníbal, el gran enemigo de Roma. El general de generales. Los Barca engrandecieron a Cartago, llevándola a sus cotas de control más altas, y poniendo a Roma casi de rodillas. ¿Sabías que Barcelona se llama así, al parecer, por haber sido fundada por Amílcar Barca, padre de Aníbal? Al menos ésa es una de las leyendas que se atribuyen a su nombre.
Aníbal, el vencedor de Cannas (de la que ya hablé aquí), el que cruzó los Alpes con elefantes, el que aplastó a los romanos en el lago Trasimeno. Si hubiesen llegado a tiempo los refuerzos solicitados al senado cartaginés, tal vez hoy no estaríamos hablando un latín moderno.
Me perdonaréis los spoilers, pero creo que veintidós siglos después ya no debería haber sorpresa alguna, y además, lo grande de esta novela es que no importa el resultado final. El maestro Posteguillo lo cuenta con maestría, valga la redundancia. Engancha leer las batallas, los planteamientos de los generales. Las consecuencias en el senado. Las maniobras políticas. Lo que era una dictadura (muy distinto de su significado actual, por cierto). El teatro.
Son casi 700 páginas, tochaco, pero es que no pueden ser menos. Porque lo que relata Posteguillo en ellas es una parte importantísima de nuestra historia.
Y termina donde tiene que terminar, donde Escipión, ahora sí nuestro Escipión Africanus, se alza con su primera gran victoria: la espectacular toma de Cartago Nova (la actual Cartagena). Dejando ganas de más.
Es increíble, pero tras este novelón, que por cierto es el más corto de los tres, todavía queda lo mejor.
Volumen 2 – Las legiones malditas
Tal vez en este volumen haya menos batallas que en el anterior, y es discutible si son más o menos importantes (porque difícilmente una batalla puede considerarse mejor que Cannae, la victoria perfecta).
Pero no cabe duda que está bien escogido como centro de la trilogía, porque es donde ocurre el meollo de todo.
En esta novela vemos a Escipión forjar su propia leyenda. Ya empezó con Cartago Nova y con otras acciones, aquí simplemente sigue la historia.
Posteguillo lo borda, en mi opinión. Tal vez lo único que no me gusta, curiosamente, sea el título. Las legiones malditas no son de lo que va la novela. No es el centro de todo. No son ni siquiera las protagonistas (aunque obviamente tienen su importancia). Tampoco sabría decir cuál es el mejor título, indudablemente Las legiones malditas sí es un título muy comercial.
La cita del comienzo de este artículo, por cierto, corresponde a un emocionante capítulo de este volumen, en que Aníbal habla a sus hombres. Una de esas escenas que se me han quedado grabadas.
La cosa, como no podía ser de otra manera, termina con la trascendental batalla de Zama. Espectacular y épica. El comienzo de la batalla lo tengo grabado a fuego, creo que pocas cosas me han impresionado tanto leyendo una batalla. Es una sensación que tengo al mismo nivel que la llegada de los jinetes de Rohan en la batalla de los campos del Pelennor. Enorme.
Volumen 3 – La traición de Roma
Termina la trilogía. Para mí, el volumen más flojo de los tres, lo cual no implica que sea una mala novela, ni mucho menos.
Porque la épica sigue, en este caso con la campaña asiática. Para mí, un peldaño por debajo de la anterior. Y creo que se debe a lo de siempre: el «villano» aquí no está a la altura. Tampoco lo está el héroe, por cierto, con un Escipión ya en claro declive.
Aníbal sigue ahí presente, y todavía tiene algunos momentos de brillo, como el supuesto empleo de lanzamiento de serpientes a los barcos enemigos (¡¡¡!!!). Pero el viejo general cartaginés también va cuesta abajo.
Al parecer, curiosidades de la historia, ambos rivales murieron en el mismo año, aunque como siempre, no hay una certeza absoluta. Cosas que demuestran que el mejor novelista es Dios, siendo Posteguillo, en este caso, su mejor discípulo.
La novela, y la trilogía, terminan con un brillante capítulo en el que un joven Escipión (hijo de Africanus), aunque no tiene la misma fuerza de su padre, demuestra que de tal palo sale tal astilla, y les demuestra a sus enemigos del Senado que los escipiones están lejos de ser derrotados.
[…] que sepa el senador Catón que si Cartago tiene que ser destruida alguna vez, será destruida por un Escipión.
Bueno, en realidad es el penúltimo capítulo, y luego vendrá el epílogo, pero a mí me ha quedado marcado como el mejor final para la historia de Escipión el Africano.
Conclusión
Como decía antes, la trilogía de Escipión es lo que toda novela histórica debe ser. Tal vez sea demasiado larga, estamos hablando de más de 2400 páginas entre los tres volúmenes. Pero realmente creo que Posteguillo ha utilizado el espacio que necesitaba, salvo en el tercer volumen, no me sobra casi nada.
En mi opinión esta trilogía debería ser obligada en cualquier plan de estudio. Tremenda. Imprescindible.
Yo, cuando sea mayor, quiero escribir como Posteguillo. Soñar es gratis.

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