Mas venía
tras aquél, con gran porfía,
los ojos encarnizados,
el león Diego García,
la prima de los soldados;
porque luego
comenzó tan sin sosiego
y atales golpes mandaba,
que salía el vivo fuego
de las armas que encontraba;
tal salió,
que por doquier que pasó
quitando a muchos la vida,
toda la tierra quedó
de roja sangre teñida.Bartolomé Torres
¿Habéis jugado al Dynasty Warriors? Sí, ya sé que la pregunta es un tanto inexacta, porque hay decenas de juegos de esta saga. Yo sólo conozco uno de ellos (creo que fue el DW2), y lo jugué en la Play Station 2 de un amigo.
El juego está basado en la novela china El romance de los tres reinos, que por cierto, no he leído (todavía), y que está basada en la Era de los Tres Reinos de China. Uno de los personajes de la novela es Zhang Fei. No sé cómo sería en la vida real, pero en el videojuego se trata de un enorme guerrero de fuerza hercúlea. Cada vez que jugaba, yo lo hacía llevando a Zhang Fei.
Los puristas del juego me corregirán si procede, pero yo recuerdo que Zhang Fei tenía una escena en particular en la que él solito defendía un puente de una horda de enemigos. Los lanzaba de un lado a otro, a paladas, como Sauron al comienzo de la peli. Recuerdo disfrutar como un enano jugando esa escena, pero también que me pareció una exageración tremenda, propia de un videojuego. Algo imposible en la vida real.
O tal vez no…
Diego García de Paredes, el Sansón de Extremadura
Aunque creo que Sansón se le queda corto, como veremos enseguida.
Antes de entrar en detalle, vaya por delante que estas hazañas que voy a relatar tienen, sin duda, algo de mito o leyenda. Probablemente donde una crónica da un número éste sea inferior, en la realidad. Pero lo que sí es seguro, números aparte, es que estos hechos sucedieron, pues figuran en varias crónicas, objetivas y no tanto, y el fondo de todas ellas es el mismo.
Lo cierto es que su vida es tan extensa que creo que no le haría justicia con un sólo artículo. Invito al lector a leer el resumen en la wikipedia, o el libro de Manuel Jesús Ruiz publicado hace un par de años, del que al final del artículo os dejaré enlace de Amazon.
Me voy a limitar, pues, a relatar sus principales hazañas. Que ya dan bastante jugo por ellas mismas.
Hazaña 1 – El juego de «lanzar la barra»
En 1496, estando en presencia del papa Alejandro VI, Diego se encontraba jugando al juego de «lanzar la barra», junto a otros españoles a italianos, cerca del Vaticano. La barra en cuestión era una pesada barra de hierro; desconozco las reglas del juego, me imagino que sería algo parecido al lanzamiento de jabalina olímpica, pero a lo bruto.
Algo debió pasar, no queda claro el qué, pero el caso es que de repente se lió parda, dejaron de pasar el rato con un deporte y empezaron a mamporros, dándose una pequeña batalla campal.
Pequeña por número de participantes, que no por resultado. Porque en medio de la trifulca, el bueno de Diego, usando sólo la barra de hierro, se enfrentó a todos sus rivales, que tiraban de espada, con el resultado de cinco muertos, diez heridos, y el resto fuera de combate (probablemente poniendo distancia de por medio, viendo a qué elemento se enfrentaban).
Dicho de otra forma: dieciséis hombres armados contra uno, «armado» sólo con una pesada barra de hierro. No sé si el resto de españoles que habría por allí le ayudaron, supongo que sí, pero lo que cuentan las crónicas es que el Sansón de Extremadura se deshizo de sus rivales como si fueran moscas.
El papa quedó tan impresionado que le nombró inmediatamente su guardaespaldas.
Hazaña 2 – El sitio de San Jorge
Cuatro años después, en 1500, integrado en las filas del ejército del Gran Capitán, una coalición de españoles, venecianos y franceses se enfrentaban a los jenízaros turcos en la isla griega de Cefalonia. Ya hemos hablado del largo conflicto con los turcos en artículos como el de Machín de Munguía o el asedio de Viena. Recuerdo, en cualquier caso, que los jenízaros no eran unos cualquiera.
El objetivo era tomar la fortaleza de San Jorge, ocupada por 700 defensores. Lo escarpado del terreno hizo que la artillería no tuviese el resultado esperado, y la férrea defensa de los hábiles arqueros jenízaros dio al traste con todos los intentos de asalto. Disponían de un artefacto para tal fin: unos ganchos que los españoles llamaban «los lobos», destinados a enganchar a los atacantes y estrellarlos contra las murallas o atraparlos y capturarlos.
En uno de esos intentos se encontraba nuestro Sansón, cuando fue alcanzado por uno de estos lobos. Lo que dice la leyenda es que trepó (a base de pura fuerza bruta) por el gancho en cuestión, y ya en la muralla, se enfrentó a sus enemigos, derrotando a todo el que se le ponía por delante. Aguantó allí tres días, hasta que fue abatido por el hambre, la sed y el cansancio.
Repito: la crónica dice que aguantó tres días combatiendo. Yo no me lo creo. Por simple estadística: matando a un jenízaro cada cinco minutos, en tres días ya habría acabado él solo con 864 enemigos, más de los que guardaban la fortaleza.
Pero si la crónica lo cuenta será por algo. Pongamos que hubiese aguantado tres horas. ¿No es ya una hazaña tremenda?
El caso es que finalmente fue capturado. Los turcos respetaron su vida porque aquél no era un tipo cualquiera, y en caso de poder negociar, su rescate sin duda valdría bastante. Pero aquí no acaba la hazaña…
Porque durante el asalto final a la fortaleza, que el Gran Capitán había ordenado a la desesperada ante la tenaz resistencia turca, el Sansón de Extremadura se las apañó para rescatarse a sí mismo. De alguna forma, rompió sus cadenas, echó abajo la puerta de la celda, arrebató a los centinelas sus armas, y se unió al ataque.
La fortaleza cayó, siendo un notable triunfo más en el currículum del Gran Capitán, y la hazaña por la que a Diego García se le empezó a conocer como el Sansón de Extremadura.
Hazaña 3 – El desafío de Barletta
El Sansón de Extremadura era hombre dado a los duelos. Claro, con lo animalín que debía ser, tampoco es que tuviese mucho que temer. De hecho a lo largo de su vida no perdió ni uno solo.
Pero el duelo que más fama le reportó fue el desafío de Barletta, en 1502, que enfrentó a once caballeros españoles contra once franceses. Al parecer el Sansón de Extremadura estaba recuperándose de unas heridas, pero siendo reclamado para defender el honor de los suyos, no dudó en participar del mismo (para alegría e inmenso consuelo, supongo, de los otros diez españoles).
El duelo duró unas largas cinco horas, algo bastante habitual, por cierto, como ya vimos en este artículo. Con apenas alguna baja en ambos bandos, la contienda parecía estar decantada a favor de los españoles. Los franceses, en su mayoría derribados, decidieron atrincherarse tras los cadáveres de sus caballos, impidiendo nuevas cargas de caballería, y buscando un empate técnico, pues la noche se acercaba. Buscaban ser salvados por la campana, vamos.
Hay que decir que a la mayoría de los españoles les pareció bien dicho empate, debían estar exhaustos y con pocas ganas de seguir peleando. Pero el Sansón de Extremadura no tenía suficiente.
Ante el asombro de público, jueces y sus propios compañeros, Diego empezó a agarrar las enormes piedras que limitaban el campo de batalla y a lanzarlas contra los atónitos franceses, que observaban aterrados cómo una pieza de artillería humana echaba abajo (me supongo que de forma bastante desagradable) su improvisada protección.
Pusieron tierra de por medio, claro, dejando el campo a los españoles. No obstante, los jueces dictaminaron un empate entre ambas fuerzas. Hay que tenerlos muy bien puestos, también, para dar semejante resultado ante el Sansón de Extremadura, que como veremos enseguida no debía tener muy buen temperamento.

Hazaña 4 – El puente del río Garellano
Un año después del desafío de Barletta, todavía bajo las órdenes del Gran Capitán, y en medio del conflicto que estalló entre Fernando el Católico y el rey Luis XII de Francia por el control de Nápoles, nos encontramos con ambas fuerzas apostadas a sendos lados del río Garellano.
Parece ser que el Gran Capitán le reprochó algo a nuestro Sansón, que debía ser un hombre bastante temperamental. No era ningún palurdo inculto, por cierto: sabemos que sabía leer, y lo hacía con frecuencia. Pero lo cortés no quita lo valiente. El reproche le sentó mal, y decidió tomarla con los franceses.
Agarró su montante (espadón a dos manos) y se dirigió hacia el puente en cuestión. Y aquí es donde viene a cuento lo que contaba antes de Zhang Fei y el videojuego.
Tal cual. Nuestro Sansón, manejando el montante con una mano (me río yo de la Montaña en Juego de Tronos), se enfrentó él solito a todos los franceses que le salían al paso. La superioridad numérica cada vez era un poco menor, pues según se empezaron a acumular los cadáveres, menos espacio había para que los franceses se enfrentasen a él. Tampoco los españoles se quedaron mirando, y al ver la locura que estaba realizando su campeón, decidieron acompañarlo en su gesta, hasta que no hubo más remedio que retirarse.
A saber cómo lo hicieron, probablemente sus ansias de sangre ya estaban bastante satisfechas, pero cuando la artillería enemiga amenazaba seriamente con acabar con el Sansón de Extremadura, de alguna forma consiguieron sacarle de allí.
El resultado, según las crónicas, fue de 500 muertos franceses. Incluso las crónicas más desfavorables a la historia española, como la inglesa, señalan un mínimo de 200 caídos. Ahí es nada.
Una vida de leyenda
Estas cuatro hazañas hay que enmarcarlas dentro de una vida plagada de sucesos. Además de soldado, duelista y guardaespaldas papal, fue corsario, cruzado, maestre de campo, coronel de la Liga Santa, caballero de la Espuela Dorada, marido y padre. Participó en quince batallas y diecisiete asedios, en más de cuarenta años dedicados a la vida militar.
Y por si teníamos poco, su propio hijo también tuvo su lugar en la historia: Diego García de Paredes (junior), nacido de un amorío antes de su matrimonio, del que luego tendría otro hijo, participó en la conquista del Nuevo Mundo, fundando la ciudad de Trujillo, en la actual Venezuela.
El Destino es caprichoso, y quiso que el Sansón de Extremadura no encontrase su muerte en combate, sino al caer del caballo mientras jugaba con unos niños.
P.D.: os recomiendo este podcast de Diálogos de Bolsillo, en el que hablan del mismo y por el que yo, lo confieso, lo descubrí.
Y aquí, el enlace a Amazon por si queréis saber más:
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