El soldado ha terminado al fin su camino desde Maratón, acaba de recorrer 38 kilómetros sin pararse a descansar. Apenas se tiene en pie. El esfuerzo ha sido excesivo, es posible que le cueste la vida.
Vomita lo poco que le queda en el estómago, bilis en su mayoría. Pide agua, o al menos lo intenta, pues aún no ha conseguido recuperar el aliento.
De rodillas, exhausto, no es consciente de que su esfuerzo ha marcado un antes y un después. Durante siglos, milenios, se hablará de la gesta que acaba de conseguir. Habrá quien le rinda homenaje imitándola.
Pero el soldado no sabe todo esto. Sólo sabe que los persas están aquí. Y que vienen a arrasar su mundo.
Hace poco volví a ver 300. Aparte de la épica y la increíble acción, recordé que la principal derrota de Jerjes ocurrió en Platea y Salamina. Y me entraron ganas de profundizar un poco en todo el contexto de las Guerras Médicas, cuyo resultado puede considerarse que dio pie al origen de la cultura occidental.
Hay mucho que comentar, así que vamos al lío.
La batalla de Maratón
El mundo griego está en serio peligro. El Imperio arqueménida (los persas), con Darío I al frente, ha puesto un pie en Europa, y tiene bajo su control Tracia y Macedonia, que es vasalla. Con la excusa de castigar a los que han apoyado la revuelta jónica, que ya ha sido aplastada por Darío, éste exige sumisión a las principales polis griegas.
Es cierto que Atenas ya llevaba algunos años enemistada con los persas y que había apoyado a los jónicos. También la ciudad de Eretria había enviado apoyos. Pero tengo la sospecha de que, con o sin apoyos, era cuestión de tiempo que el poderoso Darío quisiese expandir sus dominios. Es lo que tienen los imperios, que sólo piensan en crecer.
Sea como fuere, Darío exige sumisión a las principales polis griegas. Y éstas, con Atenas y Esparta a la cabeza, se niegan. La guerra es inevitable.
Darío envía a su ejército directamente hacia Atenas por el mar, siguiendo el consejo de Hipias, que antaño había gobernado Atenas, siendo depuesto hace 20 años, y que espera recuperar el control de la ciudad cuando los persas arrasasen la polis. La historia de siempre, vamos: un tirano que se alía con el enemigo para recuperar el poder.
El ejército persa desembarca en la playa de Maratón el 12 de septiembre (puede que sea agosto, según alguna teoría), a apenas 38 km de Atenas. Los atenienses no pierden el tiempo, y con el apoyo de algunos hombres de la ciudad de Platea, van con todo lo que tienen a hacerles frente en la playa.
Según algunas fuentes, los persas rondan los 25000 soldados, contra unos 10000 griegos. Cifras aparte, en lo que parece haber consenso es en el hecho de que los persas eran el doble. Con estos números, lo lógico habría sido que los persas atacasen y arrasasen. Pero los griegos están hábiles: saben que la única posibilidad que tienen es no dejar maniobrar a sus enemigos, de forma que cubren la salida de la playa.
Se produce entonces una situación extraña. Nadie ataca. Durante 5 días, los persas permanecen en la playa y los griegos cubriendo todas las salidas. ¿A qué espera cada uno?
Al parecer, los atenienses esperan refuerzos de Esparta. Pero éstos no llegan, pues se encuentran celebrando la Carneas; hasta el siguiente plenilunio (10 días después del desembarco persa) no pueden ponerse en marcha. Y los persas, por su parte, saben que Atenas está vacía de soldados, a merced de cualquiera que venga a conquistarla, así que es probable que hayan mandado recado a Darío para que envíe más tropas y aproveche la situación.
A los griegos los comanda Milcíades, un strategos que ya ha tenido experiencia en la lucha contra los persas en su campaña contra los escitas. En realidad, hay diez strategos, uno por cada tribu griega, que se alternan en el mando del ejército, aunque todos ceden su puesto a Milcíades. Pero éste renuncia al mando hasta el momento en que le toca.
No queda claro quién inicia las hostilidades al quinto día, ni cuál es el detonante; es probable que los persas estén ejecutando algún movimiento para embarcar, lo que supone un enorme peligro para la desguarnecida Atenas. También puede ser que éste sea el día en que le toca comandar el ejército griego a Milcíades. El caso es que al fin los ejércitos se enfrentan. Los griegos cuentan con un armamento superior y con la fuerza de la cohesión de los hoplitas; los persas, además de con ventaja numérica, tienen arqueros y caballería, que si consiguen flanquear a los hoplitas se lo harán pasar muy mal.
Al parecer, los griegos avanzan en formación cerrada, aguantando así la lluvia de flechas, para acelerar al final y realizar una carga. Una locura, a priori, pues no cuentan con apoyo de arqueros ni de caballería. Algo que no se esperaban los persas, que están acostumbrados a que el enemigo huya ante su manifiesta superioridad.
El choque es tremendo, lo que favorece a los pesados hoplitas griegos. Los persas, atrapados en la playa e incapaces de maniobrar, ven cómo su infantería no está adecuadamente equipada para hacer frente a los escudos y lanzas griegos.
La masacre es decisiva. Heródoto relata 6400 bajas persas contra apenas 192 atenienses y 10 platenses… ya serán algunas más. Los persas supervivientes huyen a las naves como pueden, pero hasta en el agua mueren cientos de hombres. La victoria griega es incontestable. Pero esto aún no ha acabado…

El origen de la carrera de Maratón
Porque las naves persas ya surcan los mares, y saben que tienen a tiro la desprotegida ciudad de Atenas. La victoria aplastante puede convertirse en una derrota total. ¿Tal vez éste era el plan original de los persas?
No queda otra: pese a que acaban de librar una batalla, los griegos tienen que recorrer lo más rápidamente posible los 38 km que les separan de Atenas. Con sus armaduras, escudos y lanzas, y calzados con sandalias.
Lo consiguen: en el momento en que las naves persas están llegando a Atenas, el ejército griego acaba de llegar. Supongo que echando los higadillos por el esfuerzo, pero están donde deben estar.
La victoria es completa, los persas no desembarcan. Al fin y al cabo les acaban de dar una paliza, no están por la labor de recibir otra. Por agotados que estén sus enemigos tras la carrera, si te pillan desembarcando no tienes nada que hacer
Cinco días después llegan los espartanos, y cuando se enteran de la gesta no dudan en felicitar a sus aliados atenienses y platenses. Y así concluyen las Primeras Guerras Médicas (llamadas así porque los griegos llaman “medos” a los persas).
Hay otras dos versiones más acerca del origen que inspira la famosa carrera olímpica. La primera sería el relato de Eucles, enviado de Maratón a Atenas para informar de lo ocurrido en Maratón, y que moriría al poco de llegar por el esfuerzo realizado; gracias a esto, la población de Atenas ocuparía las murallas de la ciudad, haciendo creer a la flota persa que ésta se encontraba bien defendida, renunciando así a atacarla. Y la segunda sería la hazaña de Filípides, que habría recorrido los 240 km (¡en un solo día!) que hay hasta Esparta para avisar del desembarco en Maratón, como afirman los textos de Heródoto.
Es por ello que he hablado de «el soldado» en el texto introductorio, dejando a propósito su identidad en blanco, siendo compatible tanto con Eucles, Filípides, o cualquiera de los atenienses que lucharon en Maratón y volvieron a Atenas a la carrera.
Lo curioso es que esta gesta de Filípides ha sido demostrada como plausible, ya que en años recientes ha sido imitada en dos ocasiones: la primera en 37 horas y la segunda en sólo 22 horas.
Sean ciertas estas leyendas o no, la batalla de Maratón ha pasado a la historia por su importancia: los persas eran derrotados por los griegos en campo abierto por primera vez, y se abría una puerta de esperanza para que las polis griegas pudiesen hacer frente al poderoso imperio persa.
Que, por supuesto, estaba lejos de tirar la toalla. Diez años después, Jerjes tomará el testigo de su padre y buscará venganza.

Heródoto de Halicarnaso
No quiero terminar la primera parte de este artículo sin mencionar otra vez la figura de Heródoto, el considerado como padre de la Historiografía.
Su obra Historiae (la Historia) supone la primera descripción del mundo antiguo a gran escala. Se compone de 9 libros que abarcan desde la historia de Creso, último rey de Lidia antes de ser conquistada por Ciro II de Persia, hasta la fundación de la liga de Delos.
Es precisamente gracias a esta obra que conocemos lo sucedido en Maratón, así como en las Termópilas, Salamina y Platea, de las que hablaremos en la segunda parte de este artículo, que he decidido dividir en dos porque si no iba a ser demasiado extenso.
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