M. sujeta la mano muerta de su esposo. «Gregorio», solloza desconsolada.
Está agotada, como todos. Llevan horas intentando reforzar la muralla de la ciudad vieja, castigada duramente por el fuego de artillería enemigo, mientras los innumerables ingleses, los hijos de la gran Bretaña, no hacen más que intentar entrar por el agujero abierto.
Los valientes defensores militares están exhaustos, pero siguen batiéndose sin dar un paso atrás. El pueblo les ayuda, como puede. Hombres, mujeres y niños, todos saben que se están jugando la vida. Hombres como su querido Gregorio Rocamonde, un simple carnicero.
Sin embargo, todos los esfuerzos parecen en vano. Un nuevo grupo de ingleses ha vuelto a atacar, y al fin ha tenido éxito atravesando la muralla. Todo parece perdido. A su alrededor resuenan los disparos, uno de ellos es el que ha acabado con la vida de su marido.
M. levanta la mirada. Se fija en el alférez inglés, él es el que ha frustrado su futuro, con un certero tiro de pistola, que recarga mientras imparte órdenes a sus hombres. A su lado, un orgulloso soldado sujeta la bandera de San Jorge, alrededor de la cual se congregan cada vez más ingleses, entusiasmados porque al fin las murallas van a caer bajo su control.
Y con ellas la ciudad. Que podrá ser saqueada a conciencia.
A M. le invade la furia. No va a consentir que la muerte de Gregorio sea en vano. Esos ingleses no se van a salir con la suya, no mientras ella esté viva. Aprieta los puños y agarra con fuerza un cascote. Y se fija en el portaestandarte y en el alférez.
Y de lo más profundo de su alma desgarrada sale un grito que no deja lugar a dudas ni a defensores ni a atacantes: La Coruña no se rinde.
– ¡Quen teña honra, que me siga!
La guerra anglo-española y la Contraarmada
De 1585 a 1604, españoles e ingleses se disputaron el dominio de Europa y del Atlántico. El Imperio Español estaba experimentando un crecimiento espectacular; económico, territorial, militar… Y claro, no le faltaban enemigos, en particular las naciones protestantes, con Inglaterra a la cabeza.
Hay que reconocer que los ingleses han controlado mejor la publicidad histórica que los españoles, o saben quedarse solo con la parte que les beneficia, y no como en España, donde da la impresión que solo cuentan las derrotas o las miserias. La leyenda negra, vamos, inventada por los protestantes y consolidada a lo largo de los siglos.
Porque la realidad es que la guerra la empezó Isabel I de Inglaterra, y terminó con un tratado de paz que beneficiaba a España.
Todo comenzó con el saqueo de Vigo y Santiago de Cabo Verde, y el intento de saqueo de La Palma, seguido de varios ataques en el Caribe. Pero el golpe más fuerte llegó con el ataque de Cádiz, en el que los ingleses destruían más de 30 embarcaciones, capturaban la carraca San Felipe que llegaba cargada de riquezas, y destruían varias fortificaciones.
La respuesta española ya estaba en marcha, y pese al desastre de Cádiz, Felipe II reunió a la Grande y Felicísima Armada (me niego a utilizar el nombre que popularizaron los protestantes) para devolver el golpe. Ya sabemos todos cómo acabó la aventura.
Sin embargo, aunque en la imaginería popular toda la Armada fue destruida, la realidad es que de los 137 navíos enviados «solo» se perdieron 35 (25% de pérdidas), yendo los 102 restantes a refugiarse y repararse en Santander. Sin embargo, el golpe había sido terrible.
La guerra estaba a un paso de la victoria para los ingleses, era hora de dar el golpe final. Así que la propia reina Isabel, junto a otros inversores como el gobierno holandés y varios nobles y mercaderes, financiaron una expedición que, entre otras cosas, esperaban que les devolviese pingües beneficios.
El objetivo era triple:
- Destruir el grueso del a Grande y Felicísima Armada, antes de que tuviese tiempo de repararse.
- Tomar Lisboa y provocar la separación entre Portugal y España (en ese momento una misma nación bajo el reinado de Felipe II), colocando en el trono luso a Antonio de Crato, pretendiente a la corona portuguesa.
- Tomar las Azores, lo que permitiría a la Armada inglesa organizar ataques contra los convoyes españoles que venían desde las américas.
Y así, crearon la Contraarmada.
Sir Francis Drake – el pirata sádico
Para los ingleses un héroe, y para los españoles (y otros, como los irlandeses) un demonio.
El currículum de Drake es demasiado extenso como para tratarlo en unas pocas líneas, y merecería un artículo aparte. Pero intentaré al menos resumirlo porque el contexto así lo requiere.
Corsario en aguas peruanas y panameñas, intentó sin éxito capturar la flota de las Indias, aunque logró capturar un convoy de oro y plata.
Fue el primer inglés en dar la vuelta al mundo, 60 años después de que lo hiciesen Elcano, Magallanes y Udaneta, hazaña esta que le valió el reconocimiento de la reina Isabel (seguramente todas las riquezas que previamente le había reportado merced a su patente de corso le allanaron el camino), siendo así nombrado caballero.
Ya con Inglaterra y España en guerra, Drake asume el mando y empieza a cosechar éxitos militares. Es el responsable del saqueo de Vigo comentado anteriormente, así como de los ataques en las Canarias y en el Caribe. Y sobre todo, del éxito del ataque a la flota en Cádiz.
Por supuesto tomó parte en el desastre de la Armada, e incluso logró labrarse una fama de sabor muy británico, pues dice la leyenda que cuando llegó la noticia del ataque español Drake se encontraba jugando a los bolos, y negándose a parar la partida, dijo:
Tenemos tiempo de acabar la partida. Luego venceremos a los españoles.
Aunque hay que decir que entre los historiadores figura la sospecha de que, en realidad, fuese un oportunista, autoatribuyéndose un mérito que puede no haber sido suyo. Si bien como pirata el tipo daba la talla, es muy cuestionable que realmente fuese un buen almirante, como se demostraría con el paso de los años.
Contrabandista, esclavista (en sus orígenes se dedicó a comerciar con esclavos), sádico y cruel: al parecer llegó a arrojar por los acantilados de Moher (en Irlanda, que por cierto son los que aparecen en la película La Princesa Prometida) a 400 miembros del clan MacDonald, que ya se habían rendido a los ingleses. Menudo angelito.
Pues bien, este «señor» era el que estaba al mando de la Contraarmada, junto al general John Norris al cargo de las tropas terrestres. Menuda papeleta que le cayó al bueno de Norris: compartir semejante responsabilidad con este pirata ansioso de fama y fortuna.
No lo digo yo, lo dijo el propio Drake: al parecer no estaba muy de acuerdo con las regias órdenes de Isabel, pues poco botín iba a sacar de destruir los restos de la Armada en Santander. Así que decidió que atacasen una ciudad que les iba a traer muchos más beneficios (se rumoreaba que albergaba un gran tesoro) a un coste mucho menor, pues estaría pobremente defendida: La Coruña.
El ataque a La Coruña
En abril de 1589 zarpó de Plymouth la Contraarmada, compuesta por casi 150 buques y 25000 hombres (mayor por tanto que la Armada española que atacó Inglaterra, aunque las fuentes difieren en estas cifras).
Si el desastre de la Armada fue un cúmulo de desgracias y desdichas, la Contraarmada inglesa no iba a empezar su aventura de contragolpe mucho mejor.
Antes de partir ya se habían consumido un tercio de las provisiones, fruto de la mala gestión y del retraso de los holandeses. La tripulación era indisciplinada, desertando hasta 20 embarcaciones con 2000 hombres antes de ver siquiera la costa española; la propia actitud de Drake era buena muestra del desastre organizativo de los ingleses. Y para colmo no fueron bien equipados para el combate terrestre, al no llevar armas de asedio ni caballería.
Con todo y con eso, en mayo de 1589 se presentaron ante la costa coruñesa. La ciudad gallega estaba defendida sólo por 5 navíos y apenas 600 soldados y 4 compañías de milicianos. También estaba allí el galeón San Juan, con 50 piezas de artillería, pero estaba siendo reparado.
Drake lo vio fácil, así que ordenó el desembarco de 10000 hombres. Pese a la valiente lucha de las 5 embarcaciones que defendían la ciudad, y que intentaron retrasar este desembarco, finalmente el ataque fue un éxito, y no sólo tomaron el barrio de la Pescadería, fuera de las murallas de la ciudad, sino que capturaron el San Juan y sus valiosos cañones.
Dos días después pedían la rendición de la ciudad. Pero La Coruña no se rinde.
Así que comienza el asedio: las murallas reciben un duro castigo de la artillería capturada, mientras los defensores hacen lo que pueden por mantener la posición. Finalmente logran abrir un boquete, y un alférez, que según algunas fuentes es hermano de Francis Drake (probablemente William, pues es el único de los 6 hermanos Drake cuya fecha y lugar de defunción se desconocen), penetra en la ciudad vieja liderando las tropas inglesas.
Todo parece perdido para los defensores.
María Pita
No queda claro cómo ocurrió todo, hay múltiples versiones. Pero en lo que coinciden todas es en que María Pita se lanzó al ataque al ver a su marido muerto por los tiros del alférez inglés en cuestión, que arrebató la bandera inglesa, y que dio muerte al susodicho, clavándole el asta de la bandera, según algunos (así se la representa en la estatua de la ciudad), a pedradas, según otros, o con su propia espada. Lo mismo da.
El caso es que después de semejante heroicidad, y me imagino que a consecuencia de otras muchas protagonizadas por el pueblo coruñés, los ingleses se desmoralizaron y se batieron en retirada. La ciudad estaba a salvo, y Drake cosechaba su primera derrota seria.
¿Pero quién era realmente Maria Pita?
Al comienzo de este artículo he evitado poner su nombre, mencionando solo su inicial. El motivo no es otro que un error burocrático que se postergaría en la Historia: al parecer su nombre real era Mayor Fernández de Cámara y Pita, siendo María, en realidad, una de sus hermanas. Y llamándose su madre María Pita.
La confusión, al parecer, se debe a que la hermana de Mayor, María, debía ser bastante grandona, y al ir a administrarle la extrema unción un fraile, pensó que ella era la que se llamaba Mayor, cambiando así el nombre de ambas, y mostrándolo en los documentos correspondientes.
Muy interesante, por cierto, la vida de María Pita (usaré el nombre popular, aunque no sea el verdadero), no solo por su heroicidad dándole la vuelta a la batalla. Gregorio no fue su primer marido, pues antes estuvo casada con otro, también carnicero; ni el último, pues se casaría dos veces más, con un capitán de marina y finalmente con un funcionario bien posicionado. Estuvo en la cárcel, fue nombrada Alférez por sus acciones en la batalla, tuvo varios pleitos judiciales, y fue madre. Invito al lector a leer este interesante artículo de El Faro de Vigo acerca de su vida.
Inés de Ben
María Pita no fue la única heroína en la batalla por la defensa de La Coruña. Inés de Ben también fue otra de las muchas mujeres que lo dieron todo en aquella ocasión.
Y cuando digo «darlo todo» en este sentido es literal. No solo ayudó en la reparación de la muralla, también fabricó bombas de mano con las existencias de pólvora y cuerdas que tenía en su comercio, que por cierto perdió y no logró recuperar pese a todos los pleitos que puso tras la batalla.
El comercio no fue lo único que perdió, también la visión al recibir dos heridas terribles (un balazo en la cabeza y otro en el muslo izquierdo) dejándola casi ciega e inválida. Además, al igual que María Pita, también perdió a su marido en la batalla. Inés murió en la más absoluta miseria y sin que su nombre alcanzase la gloria de su vecina. Sirva este artículo y el mismo recuerdo de María Pita para rendirle igualmente homenaje.
Consecuencias
Drake se vería forzado a retirarse, pero aún disponía de una poderosa flota. Así que se dirigió hacia Lisboa, donde esperaba tener mayor éxito. Sin embargo, de nuevo los ingleses fueron repelidos… al parecer no encontraron el apoyo que esperaban por parte de los separatistas portugueses, y las defensas españolas hicieron su trabajo.
Tras esto, los ingleses fueron perseguidos por la Armada española, que había podido reaccionar al fin con don Martín de Padilla al mando de una escuadra de galeras. Drake puso entonces rumbo a la Azores intentando conseguir al menos uno de los tres objetivos con los que había partido la Contraarmada, pero tampoco en esta ocasión tendría éxito.
El 10 de julio volvía a Plymouth habiendo perdido más de la mitad de sus tropas, y con las restantes al borde del motín ante la escasa paga que iban a recibir por sus esfuerzos. Recordemos que la expedición tenía un marcado carácter comercial, con muchos y notables inversores, y en este sentido había sido un completo desastre. Drake cayó en desgracia, y tan solo volvería a comandar una expedición contra los españoles en el Caribe, en la que fracasaría de nuevo perdiendo además la vida.
La Contraarmada inglesa había cosechado una derrota naval sin precedentes, y que sería sin embargo superada por la sufrida en el sitio de Cartagena de Indias, pero de eso ya hablaremos en otro momento.
Tras la derrota de la Contraarmada, España rehizo su flota, que rápidamente incrementó su supremacía marítima hasta extremos superiores a los de antes de la Grande y Felicísima Armada. Dicha supremacía duró casi 50 años más. En 1604 se firmaría la paz, en la que ambos países tendrían ciertas ganancias, pero siendo especialmente favorables a los intereses españoles.
Referencias
Recomiendo el estudio de María del Carmen Saavedra Vázquez: María Pita y la defensa de La Coruña en 1589.
Y para conocer bien todos los detalles de la Contraarmada, este artículo de la Wikipedia.
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