El almirante Andrea Doria observa con pesadumbre las naves de la Santa Liga llegar a puerto. Son las supervivientes de la batalla naval de Préveza, en la que han sido derrotados por el temible Barbarroja.
Doria repasa con su ayudante de campo el listado de las que van llegando, con sentimientos a medio camino entre la frustración, la rabia y la impotencia. Poco antes del anochecer ya no se ven naves en el horizonte. Muchas faltan, pero hay una en especial que le llama la atención.
– ¿Y el galeón de Machín de Munguía? ¿No ha llegado?
– No, mi señor. El capitán Villegas, que acaba de llegar, dice que la última vez que lo vieron se batía con tres galeras turcas, rodeado de otras ochenta naves enemigas.
Otro golpe. De los duros. Machín de Munguía era uno de los mejores. Casi no puede creerse que el bravo vizcaíno haya podido caer en combate. ¿Pero quién podría sobrevivir a una situación así?
La batalla de Préveza
Nos encontramos en el año 1538. Ante el avance imperable del imperio otomano, las principales potencias cristianas del Mediterráneo (España, que tendrá el mayor peso, Venecia, Génova, los Estados Pontificios y la Orden de Malta) se unen bajo una misma bandera, capitaneada por Carlos V, llamada la Liga Santa. Con la vana esperanza de que Francia deje a un lado sus aspiraciones y termine por unirse; por lo menos ha firmado un pacto de no agresión por diez años con sus vecinos españoles.
La Liga Santa construye una formidable armada, que Carlos V pone bajo el mando del experimentado almirante genovés Andrea Doria, con el objetivo de dar caza al temible Barbarroja.
El corsario Barbarroja, cuyo nombre real es Kheired-Din. A los jugadores de Séptimo Mar les sonará, pues hay un personaje basado en él. Corsario era, pues actuaba saqueando todo lo que pillaba por el Mediterráneo bajo patente de corso, aunque fue ascendido por el sultán Solimán el Magnífico para comandar su flota en premio a sus hazañas.
A estas alturas, Barbarroja lleva más de 20 años sembrando el terror entre la cristiandad. Y ya se las ha visto con Andrea Doria (su archienemigo) en más de una ocasión.
En la bahía de Préveza, las flotas cristiana y otomana se encuentran. Se juegan el futuro del Mediterráneo. Sobre el papel, la flota de la Santa Liga lleva ventaja: tienen más barcos, y más potentes, y entre sus soldados figuran tanto los Tercios españoles (que por primera vez son llamados como tal, aunque ya llevan algunas batallas en su currículum) como los marinos venecianos, considerados los mejores del mundo.
Sin embargo, algo ocurre. La flota cristiana no actúa coordinada. Las crónicas (siempre partidistas de una u otra forma) no dan un motivo concreto, aunque siguiendo una de las fuentes que más me creo (que mencionaré más adelante), todo parece deberse a que las naves venecianas no cumplen las órdenes dadas por Andrea Doria.
Pese a los esfuerzos del almirante, muchas naves vacilan, otras chocan entre sí de forma descoordinada, y algunas abandonan el escenario, más por evitar el peligro que por traición. Un exceso de prudencia, o el deseo de que sean otros los que se las vean con los turcos. En cualquier caso, el resultado es que la armada de Doria pasa de tener ventaja a estar en franca desventaja.
Y Barbarroja no concede segundas oportunidades. Ante la falta de ímpetu de la armada cristiana, ataca con todo, lo que sirve para que los más indecisos terminen de decidirse… por izar velas y largarse lo antes posible. El almirante Doria, ante semejante situación, sólo puede ordenar la retirada.
Pero el daño ya está hecho: Barbarroja captura o hunde decenas de naves, pese a que no son pocas las que se baten con valor. Su victoria es completa.
La gesta de Machín de Munguía
El vizcaíno Machín de Munguía es uno de los que dan la talla durante la retirada. En pleno desconcierto, el vizcaíno y los suyos se ven rodeados por la mitad de la flota enemiga, y atacados directamente por tres galeras turcas.
Lejos de rendirse, combaten durante horas. La embarcación aguanta los continuos cañonazos enemigos. Los turcos no parecen capaces de hundir el navío, así que deciden sabiamente que harán valer su clara superioridad numérica abordándolo.
Es entonces cuando Machín ordena a sus hombres que se escondan en cubierta, y que no hagan nada hasta que él dé la orden. En el momento en que son abordados, hace lo propio, y tanto los soldados como los artilleros disparan al unísono, causando gran impresión entre los asaltantes, hasta el punto de que éstos no dudan en retirarse.
Repelido el abordaje, no están aún fuera de peligro. El galeón español recibe un duro castigo de sus enemigos, perdiendo velamen, haciendo agua, soltando astillas con cada impacto recibido, y devolviendo el fuego como buenamente puede. Machín de Munguía y sus hombres no se rinden, y de alguna forma, su resolución se ve reflejada en el aguante del barco, que aunque está hecho unos zorros se resiste a hundirse.
Tras todo el día combatiendo, la providencial noche les da el respiro que necesitan para concentrarse en seguir navegando. Ya todos en la Santa Liga les dan por muertos, pero Machín y sus hombres no se rinden. Ya no luchan contra los turcos, ahora lo hacen contra el cansancio y contra los elementos. Pues el cascarón en que se ha convertido su barco apenas consigue mantenerse a flote.
Al amanecer del día siguiente llegan a buen puerto y son recibidos como héroes. En la bochornosa derrota sufrida por la Liga Santa, al menos, se han dado casos de lucha valerosa y heroica. Barbarroja ha ganado, pero Machín de Munguía y los suyos se han ganado el respeto de todo el mundo.
No será la última vez…
El sitio de Castelnuovo
La Liga Santa ha recibido un duro golpe en Préveza, pero aún no ha sido derrotada. Como parte de la campaña en el Mediterráneo, toma la localidad amurallada de Castelnuovo, en lo que hoy sería Herceg Novi (en Montenegro). Cuyo valor es una estratégica fortaleza en el Adriático, que puede ser una buena cabeza de playa para una gran ofensiva contra los otomanos en los Balcanes.
Es un éxito estratégico en las pretensiones de la Liga Santa, pero de nuevo la desunión entre sus potencias hace mella. Parte del acuerdo de la Liga es que todas las conquistas serían entregadas a Venecia. Pero claro, justo antes del invierno, ¿dónde metes a los Tercios españoles, principal fuerza armada que ha tomado la ciudad? Los españoles no entregan la ciudad a los venecianos (probablemente aún haya resquemores por lo sucedido en Préveza), y éstos dan por finalizada la alianza.
Así, un Tercio formado por 4.000 españoles se queda en Castelnuovo a pasar el invierno. Están aislados, pues los venecianos ya no ofrecen suministro ni ayuda. Y Barbarroja, una vez más, ve clara la ocasión de retomar la plaza.
En primavera del año siguiente (1539), una poderosa flota de 200 barcos zarpa con 10.000 soldados de infantería y, lo que es peor, 4.000 temibles jenízaros (la infantería de élite turca). Mientras, por tierra avanzan 30.000 hombres bajo el mando del gobernador otomano de Bosnia.
Los españoles ven lo que se les viene encima. Mientras el comandante Francisco Sarmiento se dedica a reforzar las defensas, se envía la correspondiente petición de ayuda. Andrea Doria no se ve en condiciones de enviarla, pues todavía se está reponiendo de las pérdidas del año pasado; su recomendación para Sarmiento es que se rindan sin oponer resistencia. Tampoco los venecianos, como era de esperar, envían ningún tipo de ayuda.
El Tercio español está solo. Y Barbarroja está llegando.
Primeras escaramuzas
Cuando llegan las primeras naves otomanas, 1.000 hombres desembarcan en los alrededores para obtener agua potable e información de la plaza. El comandante Sarmiento no pierde el tiempo y envía tres compañías, con Machín de Munguía al mando de la infantería y Lázaro de Corón de la caballería. Interceptan a los turcos y les obligan a volver al mar. Esa misma tarde vuelven con refuerzos, pero los españoles vuelven a interceptarles, causando 300 bajas enemigas.
Poco después llega el grueso del ejército, tanto por tierra como por mar, y los españoles se refugian en la fortaleza. Comienza así el asedio, con los turcos cavando trincheras y preparando el terreno, y cañoneando desde sus galeras, mientras los españoles realizan algunas salidas para dificultar sus trabajos.
Una de las salidas de los españoles es producto de la provocación de los temibles jenízaros que, conscientes de su tremenda superioridad, se retan con los sitiados en el campo de batalla. Los españoles no necesitan que se lo repitan dos veces, y no dudan en enfrentarse a los jenízaros, que aprenden de primera mano por qué los Tercios son considerados a día de hoy como uno de los mejores cuerpos de infantería de la historia. El campo se llena de cadáveres turcos, y Barbarroja prohíbe terminantemente nuevas escaramuzas para evitar más bajas innecesarias y, sobre todo, para que no decaiga la moral de sus propias tropas.
Primer asalto
Cinco días después (23 de julio), y con todo listo para el asalto, Barbarroja ofrece una salida digna a los españoles. Si se rinden y dejan la artillería, podrán irse con sus banderas, les proporcionará transporte e incluso un pequeño estipendio. Pero Sarmiento consulta con sus capitanes y deciden que eso de rendirse no está en su vocabulario.
Al día siguiente Barbarroja ordena el ataque, y bajo un intenso fuego turco (muchos mueren por fuego amigo), miles de hombres asaltan la fortaleza. Pero los españoles se defienden como gato panza arriba y rechazan el ataque.
Durante la noche, los defensores se dedican a reforzar las defensas y ocuparse de los heridos. Aún queda mucha batalla por delante.
Segundo asalto y ¡susto para Barbarroja!
Los turcos, sorprendidos, se encuentran con que el ataque del día anterior ha servido de muy poco. Pero siguen teniendo una superioridad aplastante, por lo que hacen un nuevo intento.
Pero es 25 de julio (día de Santiago), y no se vence a un Tercio español en este día. Apenas se cuentan cincuenta muertos entre los defensores (aunque me imagino que sí habría muchos heridos), mientras que los atacantes contabilizan 6.000.
Animados por su férrea defensa, los soldados piden permiso al comandante Sarmiento para intentar una machada. Al anochecer, 600 soldados realizan una salida.
Los turcos no se lo esperan y cunde el pánico y el desconcierto. En medio de la trifulca, el propio Barbarroja ve peligrar su vida, pues los españoles llegan a atacar el campamento enemigo, ¡y a pisotear la tienda del almirante! Sus hombres lo sacan de allí como pueden, llevándolo al mar para ponerlo a salvo.
Los españoles están cerca de dar un golpe de mano: por poco no llegan a las piezas de artillería, lo que les habría servido para clavarlas e inutilizarlas. Pero los turcos se rehacen como pueden y se ven obligados a volver a la fortaleza. Un buen intento.
Tercer asalto
Viendo que no se va a tomar la fortaleza al asalto, Barbarroja empieza a tener claro que para derrotar a los tercos españoles lo mejor es sepultarles bajo balas de cañón. Así que se concentra en la ciudadela alta (principal bastión defensivo) mientras sigue castigando las murallas.
El cañoneo dura varios días. El 4 de agosto, con las defensas ya bien reblandecidas, se lanza un nuevo ataque a las ruinas del fuerte. Pero el comandante Sarmiento sabía que era un lugar importante para la defensa, así que había reforzado la guarnición y evacuado a los heridos. Y al frente de los defensores… pues sí, el capitán Machín de Munguía.
La jornada es intensa y muy sangrienta. Las bajas son numerosísimas. Pero una vez más los españoles han aguantado el tipo; al anochecer, Machín se retira con los supervivientes a las murallas.
Cuarto asalto
El 5 de agosto Barbarroja vuelve a atacar las murallas. Sabe de primera mano que a los españoles ya no les queda mucha cuerda, pues algunos desertores así se lo hacen saber. Éste tiene que ser el golpe definitivo, de forma que envía al resto de los jenízaros y a la caballería (desmontada, claro).
Pero los españoles sólo pierden una torre de la muralla. De alguna forma consiguen volver a aguantar la embestida otomana. Sarmiento organiza a sus zapadores para derrumbar la torre capturada, pero un desafortunado accidente hace que esto sea imposible. La torre está perdida, pero aún tienen parte de las murallas.
Por increíble que parezca, siguen resistiendo.
Quinto asalto
El 6 de agosto amanece lluvioso. Malas noticias para los españoles, que hasta ahora se han apoyado en su superior armamento de fuego para la defensa. Así, los defensores se ven forzados a tirar de armas blancas: picas, espadas y cuchillos. Y sus huevaz… perdón, arrestos; que a estas alturas ya están fuera de toda duda.
Contra todo pronóstico, vuelven a rechazar el ataque. Barbarroja se desespera, apenas quedan un puñado de defensores, mientras que él dispone de miles de hombres todavía. Pero sus bajas son cuantiosas, excesivas, tiene muchos hombres pero no son infinitos. Es increíble cómo teniendo la victoria la alcance de la mano ésta le esquiva una y otra vez.
Sexto asalto
Las murallas están hechas polvo por el continuo cañoneo. Quedan 600 españoles que están, en el mejor de los casos, exhaustos. Sarmiento retira a sus hombres a la parte baja del castillo, donde se refugian las mujeres, los niños y el resto de la población civil, así como los heridos.
Lamentablemente las puertas del castillo están tapiadas. No se trata de ninguna traición, sino de una precaución para defenderse de los atacantes. Le tiran una cuerda a Sarmiento, pero éste se niega a subir sin sus hombres: morirá peleando con ellos, espalda contra espalda.
Así mueren, luchando hasta el final, los últimos defensores de Castelnuovo. Pero no mueren todos…
Machín de Munguía y Barbarroja
El capitán Machín de Munguía (no podía ser de otra forma) es uno de los que lidera la última defensa de los españoles. Pero ya sabemos que es un hueso duro de pelar, el amigo Machín, y se cuenta entre los escasos 200 supervivientes.
Cuando Barbarroja se entera de que sigue vivo el hombre que más problemas le ha dado (tanto en Préveza como aquí), inmeditamente ordena llevarlo a su presencia. No es tonto, Barbarroja, y sabe de la valía de Machín. Así que le ofrece unirse a los turcos. Pero Machín lo rechaza, diciendo que ya tiene señor al que servir, y que en ello está todavía. Terco hasta el final, como buen vizcaíno. Lamentablemente ya no podrá serlo mucho más, pues Barbarroja ordena decapitarle en su galera.
Junto a él, la mitad de los supervivientes y clérigos son ejecutados, y el resto llevados como prisioneros al sultán.
Pero no acaba aquí su historia.
Una última hazaña
Hasta el rabo todo es toro, como suele decirse. Desafortunado refrán, en mi opinión, como antitaurino que soy, pero que viene muy a cuento en este caso.
Porque 6 años después del sitio de Castelnuovo, 25 de estos héroes logran evadirse de su prisión capturando una embarcación, y vuelven a casa navegando hasta el puerto de Mesina. Es gracias a eso que se conoce con tanto detalle todo lo acontecido en Castelnuovo.
De quitarse el sombrero.
Consecuencias
El balance final fueron 4.000 defensores (todos) muertos o capturados y la plaza perdida por parte de los españoles. Y un mínimo de 20.000 soldados muertos, incluyendo a casi todos los jenízaros, por parte de los turcos, aunque según determinadas fuentes las bajas turcas podrían ascender hasta las 37.000, contando heridos.
Ahí es nada. Hablar de victoria o derrota en estos términos me parece como mínimo innecesario. Técnicamente ganaron los turcos, pero no creo que lo celebrasen con mucho ímpetu.
El caso es que tanto esfuerzo sirvió de bien poco en la práctica, pues la Liga Santa había fracasado. Lo cierto es que cuesta entender por qué no aceptaron la salida que les daba Barbarroja, pues la victoria era imposible y, de haberse conseguido, tampoco habría cambiado mucho la situación. El Mediterráneo sería turco durante 33 años, hasta Lepanto. Pero eso es otra historia.
Barbarroja y Andrea Doria volverían a vérselas en más ocasiones, como buenos enemigos. En sus enfrentamientos tuvo su protagonismo Turgut Reis (jugadores de Séptimo Mar, de nuevo, ¿recordáis al temible capitán Reis?), también conocido como Dragut, que es el digno sucesor de Barbarroja, y que puso en jaque al Imperio en varias ocasiones, siendo protagonista por méritos propios de textos de Cervantes o Góngora. Por cierto, que tanto Barbarroja como Dragut tienen orígenes españoles: se dice que la madre de Barbarroja era una cristiana de origen español secuestrada, y que Dragut viene de una familia de judíos sefardíes expulsada de España. Pero no quiero extenderme más en estos personajes, ya habrá tiempo para hablar de ellos.
El sitio de Castelnuovo fue una gesta épica de la que se habló durante décadas; se compusieron poemas y se comparó a los Tercios con los héroes del mundo antiguo. Y sin embargo… aún hay otra gesta igualmente admirable, con protagonistas muy parecidos, que se va a dar en el sitio de Malta (con participación de Dragut). Ya hablaremos de eso también.
Pero tuvo más importancia, en mi opinión, la batalla naval de Préveza. Porque si las cosas hubiesen ido como habría sido lo lógico, sin descoordinación entre los aliados y con la adecuada intervención veneciana, Barbarroja habría sido derrotado con casi total seguridad (Lepanto es muestra de ello), y todo habría sido muy distinto. El Imperio de Carlos V no habría tenido que dedicar tantos recursos (y tan valiosos, como se ha visto) a la guerra contra el turco, y habría podido hacer frente con más garantías a la campaña de Flandes.
Es tremendo, en cualquier caso, lo poco que se conocen estos hechos en nuestra (in)cultura. Si fuésemos anglosajones, ya había al menos 10 películas contándolos, con Machín de Munguía como indiscutible protagonista. En fin, yo con este artículo ya aporto mi granito de arena.
Fuentes
Por mucho que yo quiera contar en este artículo, hay abundante información al respecto para el que quiera profundizar. Personalmente recomiendo:
- Podcast de Histocast: Tercios, la Santa Liga de 1538 y el sitio Castelnuovo.
- Podcast de Memorias de un Tambor: Los Tercios
- El libro de Hugo A. Cañete (que participa en los dos podcast anteriores): Los Tercios en el Mediterráneo: Los sitios de Castelnuovo y Malta
- La última entrega de Alatriste: Corsarios de Levante. Donde Pérez Reverte rinde homenaje a Machín de Munguía en el personaje Machín de Gorostiola.
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