Comienzo del mes de marzo del año 1836. El coronel Travis se acerca a sus hombres, que observan impotentes el formidable despliegue mexicano.
Otra vez, esa maldita música.
El toque a degüello. Los mexicanos lo heredaron de sus ancestros españoles, y éstos a su vez de los moros. La melodía que anuncia que no habrá cuartel, ni siquiera para los que se rindan, si se llega al combate. Y cuando acabe la música empezará el bombardeo, como siempre, como todas las noches.
Es parte de la guerra psicológica con la que el astuto general Santa Anna, consciente de su manifiesta superioridad numérica, intenta que sus enemigos texanos se rindan sin oponer más resistencia. Pero son tercos, los texanos.
Travis mira al horizonte. Hace días que ha mandado una carta al coronel Fannin, y tiene la esperanza de que éste acudirá con refuerzos. Sabe que, de lo contrario, él y sus hombres (y las mujeres y niños que los acompañan en ese asedio) morirán sin remedio.
Porque le da igual lo que Santa Anna mande tocar. No piensa rendirse.
La Rebelión de Texas
Todo empezó 15 años antes. El Imperio Mexicano, recién independizado de la madre patria España, que está en plena transformación tras las invasión francesa y la Constitución de Cádiz, tiene un gobierno débil que se ve forzado a lidiar con una situación económica y política muy precaria.
Una de las decisiones que se toman es la de permitir a cualquier persona (también extranjeros) reclamar suelo tejano, con la intención de repoblar y revitalizar la región. En realidad todo parte de la iniciativa de Moses Austin, que obtiene del Virreinato de Nueva España esta concesión, que finalmente llevará a cabo su hijo Stephen F. Austin. Los estadounidenses ven el cielo abierto, pues se les presenta una gran ocasión de ganar terreno de forma legal.
Lo primero que hacen es instalarse en Texas, y una vez instalados, en vez de aceptar las leyes promulgadas en la nueva Constitución (en particular la que abolía la esclavitud), deciden que ellos mandan sobre las que ahora son «sus» tierras. Así que bajo la excusa de que no aceptan el nuevo centralismo mexicano, reclaman ser un Estado propio, algo que el gobierno estadounidense ve con muy buenos ojos, pues ese es el paso previo a convertirse en un estado más de la Unión.
Y no están solos: también los mexicanos nativos de Texas, descontentos con dicho centralismo y las medidas dictatoriales del gobierno mexicano, ven una buena ocasión de escindirse del Imperio, que está en clara descomposición. Con lo que en buena parte apoyan a sus nuevos vecinos texanos en su reclamación de independencia.
Los EEUU habían intentado comprar Texas en el pasado, pero ahora ven la ocasión de conseguirlo gratis simplemente apoyando a los colonos que allí se han instalado. Así que el envío de tropas de refuerzo, suministros, armas y munición, está garantizado.
La revolución tiene éxito: tras varios encontronazos, los texanos toman San Antonio (Béxar), un importante centro político y un lugar de paso estratégico desde México, y dando su maniobra por definitiva, muchos vuelven a casa, dejando sólo una guarnición en Bexar, en la antigua misión española de El Álamo, que no siendo un edificio militar, sí está mínimamente fortificado (en sus orígenes la idea era defenderse de los indios nativos).
Los mexicanos no están por la labor, claro. El general Santa Anna, al frente en el gobierno, comienza a reunir un ejército, en buena parte compuesto por soldados inexpertos y, en muchos casos, reclutados a la fuerza. A finales de 1835 este ejército cuenta con unos 6000 hombres, que se van instruyendo en las artes militares según avanzan hacia el norte.
Es un avance duro, que Santa Anna decide realizar por tierra en pleno invierno, lo que resulta muy perjudicial para sus tropas, pero que no deja de ser una hábil maniobra estratégica.
En febrero de 1836 el ejército cruza el Río Bravo, pero el coronel William Travis (al mando de la guarnición de El Álamo) no da mucho crédito a los rumores del avance de Santa Anna. El 26 de febrero, Santa Anna llega a Béxar.
El asedio de El Álamo
Las tropas texanas recolectan rápidamente todas las municiones, ganado y víveres que pudieron. Poco antes de que la caballería mexicana llegue, el coronel Travis envía un correo pidiendo ayuda.
El enemigo está a la vista. Queremos hombres y provisiones. Envíenlas a nosotros. Tenemos 150 hombres y estamos determinados a defender a El Álamo hasta el final.
Los mexicanos hizan una bandera rojo sangre, que significa «sin cuartel», en un claro mensaje de Santa Anna (que habla de los revolucionarios como «piratas»), aunque poco después, y a toque de corneta, insta a parlamentar.
Travis responde con un cañonazo, y es respondido por la artillería mexicana. Es entonces cuando se hace patente la división entre los texanos: aunque el coronel Travis está al mando de la guarnición, los voluntarios (entre los que se encuentra el famoso trampero y político Davy Crockett) han escogido como líder a Jim Bowie, un hombre con fuerte reputación de ser un buen combatiente.
Bowie piensa que Travis se ha precipitado al responder con un cañonazo a la propuesta de parlamento, así que envía a un hombre de su confianza con una carta en nombre del «Comandante de las fuerzas voluntarias de Béxar». Craso error, pues el orgulloso Santa Anna no acepta que «un pirata» se presente ante él como un igual, por lo que rehusa reunirse con él. Travis ve la jugada y envía a su propio representante, con idéntico resultado. El final del inútil intento de parlamento se ve marcado por más cañonazos.
Las tropas texanas están asediadas. No pueden hacer nada aparte de intercambiar algunos disparos mientras ven cómo poco a poco va llegando el resto del ejército mexicano. Día a día, las tropas de Santa Anna crecen en número, mientras éste mina la moral de los texanos a toque de corneta y de cañón. Es cuestión de tiempo que tome al asalto El Álamo. Sólo si llegan los refuerzos habrá esperanza para los texanos.
¿Dónde están los refuerzos?
El coronel Fannin ha recibido la carta de Travis, y se apresura a acudir con 300 hombres desde Goliad, situada al sur de Béxar. Tal vez podría equilibrar las tornas, pues no hay que olvidar la inexperiencia del ejército reunido por Santa Anna. Sin embargo, tienen problemas de logística, y se ven forzados a dar media vuelta, dejando a Travis y Bowie a su suerte.
En la medianoche del 6 de marzo, Santa Anna da la orden de atacar.
Al amparo de la noche, los mexicanos se acercan con escalas a los muros de El Álamo, atacando los cuatro costados de la misión. Los texanos responden disparando todo lo que pueden, causando bastantes bajas en el enemigo.
Travis no tiene mucha oportunidad de comandar la defensa: un balazo al comienzo de la batalla acaba con su vida. Tampoco Bowie puede ponerse el mando, ya que lleva días en la enfermería víctima de la tuberculosis; más cerca de los muertos que de los vivos, dice la tradición que morirá a bayonetazos en su propia cama, con las pistolas aún humeantes en sus manos.
Los texanos se defienden como gato panza arriba. Pero sencillamente son ahogados por la avalancha mexicana. Al amanecer, El Álamo ha sido tomado, y los escasos supervivientes (con la excepción de unas pocas mujeres, niños y esclavos) son ajusticiados por Santa Anna, que cumple su promesa de que no hay cuartel.
Como suele ocurrir con este tipo de sucesos, los números de bajas en ambos lados dependen de quién cuente la historia. No hay mucha duda respecto a los muertos entre los defensores, ya que murieron todos (unos 150), pero sí respecto a los atacantes. Una cifra bastante aceptada es de unos 300 muertos, lo que demuestra la tremenda resistencia de los texanos, que acabarían con el doble de enemigos aún estando en clara inferioridad.
Houston, tenemos un problema
Aunque el episodio de El Álamo es, para los estadounidenses, una muestra de valor y patriotismo que condicionaría el resto del conflicto, la realidad es que fue una masacre que no tuvo consecuencias en la guerra entre mexicanos y texanos.
El asedio duró 10 días, por lo que no puede hablarse de retraso. Por otra parte, los texanos no lucharon de forma suicida, como se cuenta, sino que realmente esperaban por unos refuerzos que nunca llegaron.
Después de El Álamo, Santa Anna, con un ejército mucho más numeroso, lo dividió en columnas con la intención de peinar todo el territorio posible y acabar, de una vez por todas, con su verdadero rival: Sam Houston.
Houston era el comandante en jefe del ejército texano, y contaba con apenas 700 hombres. Obviamente no podía hacer frente de forma directa a Santa Anna, así que jugó al gato y al ratón con éste, esperando tener la ocasión de enfrentarse a su enemigo en circunstancias más propicias, mientras el general mexicano obtuvo una victoria tras otra retomando las principales plazas texanas.
San Jacinto, la batalla de los 18 minutos
Tras una enconada persecución, el 19 de abril Santa Anna consiguió al final alcanzar a Houston, y tras breve escaramuza, ordenó descansar a sus hombres en una posición poco defendida en la confluencia entre el río San Jacinto y el Buffalo Bayou, confiando en que no sería atacado gracias a su manifiesta superioridad numérica.
Houston reorganizó a sus tropas, y vio la ocasión que estaba esperando, sobre todo cuando al día siguiente recibía una columna de refuerzo, incrementando a 900 sus efectivos. También Santa Anna recibiría nuevas tropas en la mañana del día 21, contando con 1300 hombres.
El mexicano pecó entonces de soberbia: convencido de que no sería atacado, no sólo mantuvo el descanso de sus hombres, sino que redujo al mínimo la vigilancia del campamento. Dice la leyenda que ordenó a sus soldados que se echasen la siesta después de comer, como mandan las buenas costumbres.
Por increíble que parezca, lo cierto es que algo así debió ocurrir, pues Houston, avisado por sus espías de la inactividad de los mexicanos, ordenó a sus hombres avanzar por el bosque cercano, con la orden explícita de acabar primero con la caballería enemiga, y lanzarse rápidamente a por la infantería, antes de que los mexicanos tuviesen tiempo de formar y descargar sus fusiles, con lo que les podrían hacer pedazos dada su superioridad numérica.
No hubo táctica ni estrategia alguna. No puedo hablar de formaciones, brillantes movimientos o mapas tácticos. Lo único que hubo fue un avance relámpago, un ataque por sorpresa y una masacre.
18 minutos después, el ejército mexicano era totalmente aniquilado. Houston contó con sólo 9 muertos y 30 heridos, mientras que más de 600 mexicanos habían perdido la vida, y más de 700 eran capturados, incluyendo al propio Santa Anna.
Remember the Álamo
Esta fue la frase con la que, según la leyenda, Houston arengó a sus tropas 18 minutos antes de su victoria relámpago.
Cierto o no, el hecho es que Houston le había dado la vuelta a la tortilla. Santa Anna (en ese momento aún siendo el presidente de México) fue obligado a firmar el Tratado de Velasco, por el que se reconocía la independencia de Texas. Aunque el gobierno mexicano nunca ratificó dicho tratado, firmado bajo evidentes circunstancias extremas, tampoco pudo reunir una fuerza suficiente como para recuperar el territorio, habiendo tan sólo algunos pequeños encontronazos sin relevancia durante los próximos 2 años.
Por parte de EEUU la independencia de Texas sí era un hecho, y 10 años después se anexionaba a la unión. Además, estaba plantada la semilla que daría lugar a la guerra entre México y EEUU por la que, al final, los primeros perderían más de la mitad de su territorio. Pero eso ya es otra historia.
Antonio López de Santa Anna, el Napoleón del oeste
Así se hacía llamar este curioso personaje. No cabe duda de su prepotencia, que además fue causa directa de su perdición, pero sería injusto quedarnos sólo con ese rasgo de su carácter, pues su vida fue intensa y muy interesante.
Hijo de aristócratas españoles, ingresó muy joven en el ejército. Participó en varias trifulcas contra los insurgentes mexicanos, lo que le sirvió para ascender rápidamente. Sin embargo no tenía problema en cambiar de chaqueta en busca de sus propios intereses personales.
Así, en los estertores del nacimiento del Imperio Mexicano, plagado de conflictos, experimentó un imparable ascenso, llegando a ser presidente de México, cargo que ocuparía hasta en 6 ocasiones, siendo la última una auténtica dictadura (haciéndose llamar a sí mismo «Alteza Serenísima»).
Pese a su pifia contra Houston, Santa Anna demostró ser un buen general y combatiente. Su mayor hazaña fue durante la «Guerra de los pasteles» contra Francia, al liderar una carga en el puerto de Veracruz en la que perdió una pierna y varios dedos de la mano, lo que le dio bastante popularidad.
Diversas vicisitudes le hicieron ser considerado unas veces un héroe y otras un villano entre el pueblo, siendo llamado en distintas ocasiones a defender los intereses de México contra los estadounidenses (cosechando tanto victorias como derrotas), y siendo exiliado en otras ocasiones (en Cuba, Nueva York, Colombia y en las Islas Vírgenes), aunque moriría en Ciudad de México, ya con 80 años, tras volver aprovechando una amnistía.
Precisamente durante su exilio en Nueva York, siendo conocedor de las propiedades de la savia del árbol manilkara zapota, ayudó al inventor Thomas Adams a desarrollar una goma que sirviera para fabricar juguetes y yantas de bicicleta. La resina resultó ser demasiado blanda, así que la empresa parecía condenada al fracaso. Pero Adams se la metió en la boca y le agradó su consistencia, con lo que decidieron dotarla de sabor, inventando así el chicle. Así que puede considerarse a Santa Anna como coinventor del chicle.
Muy interesante, la vida de Santa Anna. Recomiendo este artículo para saber más.
Curiosidades de Davy Crockett y Jim Bowie
El famoso artista David Bowie no se llamaba en realidad así. Su nombre original era David Robert Jones. Inicialmente adoptó el nombre artístico de Davy Jones, en honor a Davy Crocket, pero como podía llevar a confusión con el Davy Jones de los Monkees, adoptó después el de David Bowie en honor a Jim Bowie, que además figura históricamente como el inventor del cuchillo Bowie.
Por otra parte, he hablado poco de Davy Crocket, todo un símbolo americano. Su participación en El Álamo está inmersa en la leyenda. Para empezar, no queda claro si fue un voluntario dispuesto a defender con uñas y dientes a los texanos (esta es la versión favorita en la cultura estadounidense) o si estaba de paso y no pudo huir a tiempo, cosa que parece más probable.
También forma parte de la leyenda su violín: después del toque a degüello durante el sitio de El Álamo, Santa Anna ordenaba bombardear la misión, lo que sobre todo tenía un efecto sobre la moral de los defensores; pues bien, dice la leyenda que en la séptima noche Crocket se alzó con su violín mientras los mexicanos tocaban la marcha militar, tocando al mismo tiempo, de tal forma que después de la sintonía no hubo bombardeo alguno, tal era su fama también entre los mexicanos.
Otro asunto controvertido es su muerte. En la imaginería yankee éste no se rindió nunca, luchando incluso a culatazos cuando se había quedado sin munición, y muriendo en combate. Sin embargo hay evidencias de 7 supervivientes, entre los que se cuenta a Davy Crockett, que serían posteriormente ejecutados por Santa Anna con poca pompa y mucho sufrimiento.
Sea como fuere, Davy Crockett es un símbolo del héroe estadounidense, que no se rinde y lucha hasta la muerte, igual que el resto de defensores de El Álamo.
Referencias de El Álamo
Dicen que la Historia la cuenta el que gana, porque es el que sobrevive. En este caso, además, la cuenta quien domina los medios, en particular la industria de Hollywood. Así que no es de extrañar que la mayoría de las referencias cinematográficas que hay (si no todas) sean notablemente partidistas a favor de los EEUU.
Es muy notable, en particular, la presentación interesada de Santa Anna, que a veces es un villano de pies a cabeza (como comentaré más adelante) y otras veces es un héroe salvador, como en la primera entrega de El Zorro, donde no aparece pero se le espera como el libertador de California contra los españoles.
No obstante, hay varias versiones muy interesantes, de las que me gustaría recomendar tres:
- El Álamo: la leyenda. Versión del 2004 con Billy Bob Thornton como Davy Crockett y Dennis Quaid como Sam Houston. Me gusta porque el papel de Crockett asume que el propio personaje intenta escapar sin éxito de su propia y exagerada leyenda. Por otra parte presentan a Santa Anna como un auténtico villano, da hasta asco. Partidismos aparte, la recomiendo por la excepcional banda sonora, las escenas de Davy Crockett, la interpretación de Dennis Quaid (que aparece poco pero con mucha fuerza) y la tremenda escena final de la batalla de San Jacinto (aunque en ésta los mexicanos no están precisamente echando la siesta, pero bueno). Además Jordi Mollá aparece con un interesante papel secundario.
- El Álamo. Versión de 1960 con John Wayne como Davy Crockett y un magnífico (aunque desconocido en nuestros días) Chill Willis que optó al Óscar por su papel de secundario en la película.
- La serie de tres episodios de Disney en los años 50, que popularizó la figura de Davy Crockett sobre todo entre el público infantil. En la actualidad, uno de los hoteles anexos a los parques Disney es precisamente el Campamento Davy Crockett, que personalmente recomiendo por su maravillosa ambientación, tras haberlo podido probar en mi juventud.
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