Don Diego de Aldana y Zepeda avanza con paso sigiloso por las oscuras calles de la capital. Envuelto en su capa, bajo su sombrero de ala ancha sólo se adivina una sombra, pues la pálida luz de la luna apenas alcanza para iluminar nada más.
Se dirige a finalizar su misión: debe entregar una importante carta que puede cambiar el destino del reino. Ha tenido que ponerse un antifaz para ocultar su verdadera identidad… ¿o más bien es ésta la auténtica, y la máscara se la pone cuando actúa en público como Don Diego, un noble petulante y antipático?
De pronto, surgen otras tres sombras que le salen al paso: dos por delante y una por la espalda, cortándole la ruta de huida. «Rufianes», piensa sin preocuparse demasiado: van armados con palos y cuchillos, pero no parecen profesionales. En cualquier caso, se acabó el sigilo.
Deja caer su sombrero para que no le reste visión, y abre su capa al tiempo que saca a relucir la ropera y la daga. Se coloca en guardia antes de que a los matones les de tiempo a atacar. La prisa, sin embargo, era innecesaria, pues se limitan a cortarle el paso.
«¿A qué están esperando?»
En respuesta a su pregunta silenciosa, unos pasos resuenan por la calle, acercándose. Lentos, tranquilos. Se escucha el inconfundible sonido de una espada que se desenvaina mientras aparece una cuarta figura: un tipo estilizado, fino mostacho y rasgos marcados, con aspecto peligroso, que con actitud despreocupada observa a Don Diego de arriba abajo, disfrutando el momento.
– Vaya vaya, volvemos a encontrarnos…
– Ya os dije que si volvíais a interponeros en mi camino os mataría. No importa que hayáis traído a vuestros tres perros.
– No os preocupéis, Don Diego, sólo están aquí para asegurarse de que no huis con la carta. Este asunto es sólo entre vos y yo.
– Sea pues. Como diría uno que yo me sé, ¡no queda sino batirnos!
El entrechocar de aceros rompe el silencio de la fría noche. Alguien no verá el próximo amanecer.
El emocionante género de la capa y espada
Mientras pensaba en cómo iba a describir las cosas que más me gustan del género de capa y espada me di cuenta de una cosa: es un esfuerzo inútil. O te gusta, o no te gusta. No hay más.
Es como el chocolate: le puedes preguntar a cien personas apasionadas del chocolate qué es lo que más les gusta y las cien te dirán algo distinto; ni siquiera serán capaces de ponerse de acuerdo en describir su sabor (entre otras cosas, por las varias formas que hay de trabajarlo).
Pues con este género literario ocurre algo parecido.
Por dar algún tipo de definición, diría que el género de capa y espada es un subgénero de la novela histórica donde priman la aventura y el drama, por lo general ambientado entre los siglos XVII y XVIII, y cuyas novelas adquirían (al menos en sus orígenes) un formato de publicación por folletines.
Pero soy consciente de que me quedo corto. Mucho. El género de capa y espada es emoción pura, adrenalina destilada en cada página. Si no es así, si cuando lees una novela de este género no lo vives… entonces definitivamente no es tu género (y vaya por delante que me parece totalmente respetable, pues para gustos los colores). En caso contrario , eres de los míos.
Mis cinco novelas favoritas de capa y espada
1- Veinte años después, de Alejandro Dumas
Los cuatro mosqueteros, de sobra conocidos por todo el mundo, tenían que estar por narices en esta lista. El hecho de que la lideren es algo circunstancial.
La verdad es que he acabado harto de ver a d’Artagnan hasta en la sopa. Parece que la industria cinematográfica es incapaz de hacer una buena película de mosqueteros sin que el protagonista sea el famoso gascón y sus inseparables colegas. De quienes, por cierto, ya hablaba en el artículo del sitio de la Rochela.
Pero lo más increíble es que aún no se hayan dignado a hacer una película con la segunda parte de la inmortal obra de Dumas. Veinte años después, en mi opinión, le da mil vueltas a Los tres mosqueteros. Tal vez sea por la sobredosis que ya tengo de ésta, o porque aquélla es muy poco conocida, pero he disfrutado muchísimo más leyéndola.
Los ingredientes son los mismos, como no podía ser de otra forma. Salvando las distancias, claro, pues los protagonistas ya tienen varios añitos a sus espaldas, y sus vidas han evolucionado de forma inevitable, y en ocasiones sorprendente. Pero eso no quita para que la aventura, el espionaje, los duelos a muerte, la amistad inquebrantable (y por cierto, puesta a una prueba en esta novela) y, en definitiva, los mejores componentes del género, estén bien presentes en este libro.
Sencillamente imprescindible.
No acaban aquí las aventuras de los mosqueteros: en El vizconde de Bragelonne los famosos mosqueteros encontrarán su final. Lo que son las cosas, tengo que decir que esta novela me pareció un coñazo, salvando las heroicas muertes de los protagonistas. Curiosamente ésta sí que ha sido llevada al cine, aunque de forma poco fiel al original; en la película El hombre de la máscara de hierro, con unos maravillosos mosqueteros (Jeremy Irons, Gerard Depardiéu, John Malkovich y Gabriel Byrne) y un lamentable Leonardo Dicaprio; éste es, de hecho, uno de los múltiples motivos por los que Dicaprio está en mi top 3 de famosetes a los que odio.
Por cierto, como curiosidad: los personajes fueron reales, o al menos Dumas no los creó de la nada. D’Artagnan como personaje literario aparece inicialmente en el libro Las memorias de monsieur d’Artagnan, de Gatien de Courtilz, que a su vez se basó en la vida de Charles de Batz-Castelmore, conde de Artagnan. Lo mismo ocurre con el resto: Armand Athos, Isaac de Porthau y Henri d’Aramitz fueron amigos inseparables, mosqueteros y maestros espadachines en la vida real, y sirvieron de inspiración para sus alter ego literarios.
En el resto de novelas que voy a comentar cito algún texto o frase representativa. En este caso la frase podría parecer evidente, pero no voy a mencionarla. ¿Por qué? Pues porque realmente los mosqueteros la pronuncian una vez, sólo una vez en toda la novela. Han sido el cine y la iconografía popular los que han asociado la famosa frasecita con los tres mosqueteros; algo muy parecido a lo que ocurre con la también famosa «Elemental…», que mr Holmes no pronuncia ni una sóla vez en las novelas. Así que, en este caso, no hay cita.
2- Cyrano de Bergerac, de Edmond Rostand
Vamos con otro ilustre mosquetero.
Vale, sí, ya sé que no es una novela, sino originalmente una obra de teatro que posteriormente ha sido trasladada a múltiples formatos. Pero creo que ningún personaje encarna mejor el ideal de héroe de capa y espada que el bueno de Cyrano.
Que no nos engañe su larga nariz: el personaje tendría la misma fuerza sin disponer de rasgos faciales notables. Como se describe a sí mismo en sus últimos momentos:
Filósofo, poeta, espadachín y dramático, y músico y también matemático.
Con su nariz y su espada amó mucho.
[…] Lo hizo todo y no hizo nada.
Escena, por cierto, que tal vez sea una de las mejores muertes jamás descritas.
Y ya que estamos, también Cyrano fue un personaje real. No os perdáis la entrada de la Wikipedia porque su vida no tiene desperdicio. Una curiosidad que no conocía y descubrí en esta entrada, por cierto: hay un cráter en la luna que lleva el nombre de Cyrano en su honor. Ahí es nada.
El caso es que rara vez he disfrutado más en un teatro que viendo esta obra. Baste decir que es la única que he ido a ver dos veces. A falta de teatro, en cualquier caso, siempre tendremos la magnífica película de Gerard Depardiéu y Vincent Pérez.
3- El jorobado o Enrique de Lagardére, de Paul Feval.
Que nadie se engañe porque ocupe el tercer puesto en mi lista, pues he tenido que darle muchas vueltas en dura competencia con las dos anteriores.
Siendo una novela muy poco conocida, debo agradecer infinitamente a mi amigo Klímtrax que en su momento me la descubriese, pues es la pura definición de novela de capa y espada.
En los fosos del castillo de Caylus, dos hombres luchan por sus vidas contra ocho asesinos a sueldo. El primero es Enrique de Lagardére, que se verá forzado a huir poniendo a salvo a un bebé: Aurora, la hija del segundo, Felipe de Nevers, quien antes de morir le enseña su estocada secreta.
Con este emocionante inicio empieza una de las mejores novelas que he leído. Tal vez, como único pero, el duelo final con el villano de turno me pareció un poco descafeinado.
Y hablando del villano, éste no es otro que Gonzaga; si has leído el artículo de la batalla de San Quintín recordarás que al mando de la caballería ligera francesa se encontraba un tal Louis Gonzaga, duque de Nevers. ¿Casualidad? ¿Se basó el autor en este personaje para caracterizar al villano de su novela? Lo cierto es que no he podido confirmarlo, no he encontrado ninguna referencia en la red, pero algo tiene que haber ahí.
En cuanto a Paul Feval, hay que decir que éste no fue su único éxito, pues tuvo una prolífica (aunque lamentablemente desconocida) obra. Quiero destacar la autoría de dos novelas de vampiros anteriores al Drácula de Bram Stoker. He podido leer una de ellas, La ciudad vampiro, y aunque no puedo decir que sea una gran novela, sí que asienta las bases para la novela gótica.
Las aventuras de Lagardére no terminan con esta novela: el hijo de Paul Feval, que también se llama Paul, las continúa en El hijo de Lagardére. Paul Feval hijo también es el autor de curiosos crossover folletinescos, pues en un alarde de originalidad escribió D’Artagnan contra Lagardére, así como D’Artagnan contra Cyrano; y para rizar el rizo, El hijo de d’Artagnan. Dudo que llegue a leer ninguna de ellas, pues temo llevarme una gran desilusión.
Por cierto, que he encontrado una novela escrita por Paul Feval (no tengo claro si padre o hijo) llamada Cocardasse y Passepoil, que no son otros que los maestros de esgrima de Lagardére, brillantes personajes secundarios de la novela.
También en este caso hay referencias cinematográficas: la película Le Bossu (incomprensiblemente traducido como ¡En guardia! en España), con Daniel Auteuil y Vincent Pérez, del que ya he hablado anteriormente. Es curioso cómo el círculo se cierra y los mismos actores aparecen una y otra vez.
Por cierto, que Vincent Pérez es también el protagonista de la película Fanfan la Tulipe (el tulipán), junto con Penélope Cruz, una comedia con muchos guiños al género, sin ir más lejos al comienzo de la misma se dice que Cocardasse y Passepoil fueron los maestros de esgrima de Fanfan. No es un peliculón, pero te ríes.
No me enrollo más, sencillamente quedaos con esta frase:
¡Si tú no vas a Lagardére, Lagardére irá a ti!
4- Alatriste
Es evidente que los franceses son los reyes indiscutibles del género de capa y espada. Pero en esta lista se mete por méritos propios la obra de Pérez Reverte.
Estamos hablando de otra liga, eso sí, hay siglos de distancia entre estas novelas y las anteriores; pero para mí no cabe duda de que entran en la categoría de capa y espada. Las comparaciones son odiosas y, en este caso, absurdas.
Por lo demás, la saga es conocida de sobra, así que poco puedo decir que no se sepa ya.
Parece mentira, pero ya han pasado 21 años desde la publicación de la primera novela. Huelga decir que las he devorado todas; si tuviese que clasificarlas, diría que la mejor es Corsarios de Levante (claro que siempre me ha gustado la temática naval) y la más floja El caballero del jubón amarillo. Están anunciadas otras dos novelas que cerrarían la saga, y que espero como agua de mayo.
La única curiosidad que tengo, y que le preguntaré al autor en cuanto tenga ocasión, es por qué inicialmente se anunciaba la novela Misión en París (que indudablemente tendría referencias a los mosqueteros) y ahora ya no. ¿Qué idea le rondaba la cabeza que finalmente desechó?
¡No queda sino batirnos!
5- La princesa prometida
Aunque no puede considerarse realmente como una novela de capa y espada, sí tiene elementos indiscutibles del género, sobre todo dos:
- La historia del protagonista, basada en el pirata Roberts, que por cierto fue muy real: el último de los grandes piratas del Caribe, contabilizó tantísimos actos de piratería (más de 400) que hubo quien inició la leyenda de que en realidad se trataba de varios hombres.
- Íñigo Montoya: si éste no es un personaje arquetípico del género de capa y espada no sé quién puede serlo. Aunque no es el protagonista del libro, no dudo en afirmar que es el personaje con más fuerza.
Y sí, he dicho el libro, porque aunque la famosa sea la película, la novela realmente existe y es anterior. No puedo decir que sea una gran novela, eso es cierto; es posible que éste sea uno de esos raros casos en los que la adaptación cinematográfica es mejor que el libro original.
Sin embargo, curiosamente, su mejor capítulo (en el que Íñigo y Fezzik van a buscar los ingredientes para la pócima de resurrección del Milagroso Max) no fue trasladado al guión de la película.
Sea como fuere, aunque solo sea por la relevancia que ha tenido esta historia y sus personajes en nuestras vidas (al menos en la mía), merece por derecho estar en esta lista.
Hola, me llamo Íñigo Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate a morir.
Otras novelas importantes de capa y espada
Por supuesto hay muchas más novelas del género. El prisionero de Zenda (título en el que se basa, por cierto, la famosa web literaria Zenda), el Zorro (¿sabías que Don Diego de la Vega fue realmente un aristócrata californiano?), la Pimpinela Escarlata, El conde de Montecristo…
Hay que hacer dos menciones aparte. En primer lugar, para las novelas de Rafael Sabatini, que dio vida a varios clasicazos imprescindibles: Scaramouche, El capitán Blood, El cisne negro, El halcón del mar… He leído Scaramouche, tal vez su personaje más famoso, y aunque la historia me gustó bastante reconozco que me resultó un poco pesada de leer.
Y la segunda mención es para Emilio Salgari: su producción es enorme, pero destacan la saga de Sandokán y, sobre todo, El Corsario Negro, novelón de piratas con lo mejorcito del género de capa y espada.
En fin, un género, el de la capa y espada, muy denostado por la crítica, que siempre lo ha ninguneado de forma muy injusta, a mi parecer.
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